Aquí tenéis la continuación del articulo que subimos al blog el día 25 de octubre. Como ya sabeis este artículo fue escrito por el Dr. Elsworth F. Baker y se publicó en la revista de Sciencies Orgonómiques 2º Année nº5- 1987 sobre un caso de lactancia materna.
Con esta entrada queda completado el artículo. En próximas entradas continuaremos con un articulo correspondiente a una segunda parte. Saludos
ANSIEDAD
GENITAL, INESTABILIDAD,
Y
DETENCIÓN DE LA LACTANCIA MATERNA
Pasó
un mes. No volví a verlas, pero mantenía el contacto telefónico. Fue entonces cuando
la familia compro una casa y se instaló en ella. Durante la mudanza, la madre
vio crecer su ansiedad hasta el punto de tener miedo de quedarse sola en la
casa con los niños. La pequeña también reaccionó con ansiedad, llorando y
alterando sus hábitos de sueño y de alimentación. Cuando la vi de nuevo, la
madre me enseño que la niña no había llorado, pero que iba durmiendo a sacudidas,
chupándose largo tiempo el dedo cuando se despertaba por la noche, y no había
ganado peso, así que había decidido darle biberón. El niño chupaba
con avidez el biberón y tenía evacuación intestinal dos o tres veces al día;
sin estar estreñida, ella se forzaba. Tenía hermosos colores, parecía bien
alimentada y su cuerpo estaba caliente. Lo llamativo, sin embargo, era una
actitud de rigidez total y de contracción, de “retención”. El pecho estaba en
posición inspiratoria y apenas de movía; los brazos estaban inmóviles, pero
ella se retorcía vigorosamente. Estos fueron los únicos movimientos que se notaron.
Sus hombros estaban retractados, y sus muslos y sus músculos paraespinales muy tensos. Fue muy difícil de movilizarla y
no logré liberar sus hombros por
completo. Sus sollozos, que habían estado fuertemente inhibidos, se volvieron
más libres pero un cierto bloqueo persistía en la garganta. Decidí volverla a ver de nuevo a la semana siguiente
pero mientras tanto se puso enferma. El
pediatra le diagnosticó fiebre roseola que le dio fiebre alta durante dos días, seguida de una
erupción cutánea en todo el cuerpo. La fiebre bajó, pero la niña se mantuvo muy
irritable. La vi de nuevo dos semanas
más tarde.
La
madre me relató los hechos siguientes: Que tuvo que parar la lactancia materna
la semana anterior ya que no podía
soportar las sensaciones que sentía en los pechos y que quería llorar . A pesar de esta parada, las sensaciones
persistieron. Había evitado cualquier encuentro genital, se había alejado de su
marido y de su hijo, y había desarrollado un “amor hacia la pequeña más grande de
lo que podía soportar”. Era plenamente
consciente de huir de su genitalidad.
La
niña había aceptado muy bien el biberón, chupaba vigorosamente y parecía tener
un fuerte deseo oral; agarraba cualquier objeto y se lo llevaba a la boca con
avidez. Rara vez lloraba, pero mantuvo el despertar por la noche y chuparse el
dedo frecuentemente. No se veía ningún juego genital. Le gustaba mucho el baño.
Adoraba que su madre la levantara y la hiciera caer en sus brazos, pero la
madre no lo hacía muy a menudo porque este juego también despertaba en ella la
angustia. El niño no podía soportar el acumulador más de ½ minuto cada vez,
ella se agitaba y se inclinaba hacia la
ventana hasta que su madre la
retiraba. Encontró que la frecuencia de
las deposiciones de la niña estaba estrechamente vinculadas a su ansiedad. Una
angustia casi constante si no fuera por un corto y ocasional respiro, una o dos
horas durante las cuales ella se sentía serena y viva. Normalmente la angustia
desaparecía tan pronto como ella sostenía a su hija en brazos, pero a veces se
intensificaba debido, me explicó, “Yo tenía miedo de este amor, era demasiado fuerte”.
Yo esperaba encontrar a la niña en el estado en que la había dejado; pero fui,
por el contrario, muy sorprendido. El bebé parecía estar en
forma, sonreía y, a pesar de un perceptible gorgoteo en la garganta, los
movimientos del pecho eran completos y libres y la onda de excitación descendía
hasta la pelvis. A veces, al final de la expiración, la pelvis se inclinaba
hacia adelante. Los signos de retención habían desaparecido; ella estaba
realmente viva, alegre y pesaba cerca 7 kg.
A
pesar de su ansiedad, la madre parecía conservar un cierto contacto, pero –
podríamos decir – a qué precio: el
rechazo total a su genitalidad (Después de mi visita todavía tuvo
sensaciones genitales, aceptó el abrazo genital, pero continuaba reaccionando
con ansiedad al clímax).
Durante
el tiempo en que seguí a la niña, juzgué
bueno de tratar al marido y al otro hijo. El marido presentaba un éstasis
energético importante; había perdido su paciencia proverbial, estaba totalmente
decepcionado y desilusionado por el estado de su esposa. El pequeño de cuatro
años se había convertido en un niño con problemas, era malvado y destructivo,
lloriqueaba sin parar y luchaba con todas sus fuerzas para volver a ganar un
poco de atención. Consciente de la magnitud de la tragedia, la madre calmó su
sufrimiento para dedicarse a la causa, es decir, convertirse en una madre
ideal; su comportamiento fue debido a su esperanza mística de pertenecer a la élite (1)
CONCLUSIÓN
Este
caso confirma los descubrimientos de Reich e ilustra el efecto desastroso que
puede ocurrir en el niño cuando pierde el contacto con su madre. Él muestra también
una capacidad de recuperación sorprendente del niño antes de que se instaure
una coraza crónica y con la condición de
que el contacto con la madre se restablezca. Pensé que la erupción rosácea había,
de alguna manera, representado una apertura
emocional de gran alivio para la niña.
Durante las dos semanas que siguieron al nacimiento, la madre era manifiestamente
capaz de aceptar sus corrientes orgonóticas mejor que después. En un primer
momento ella se sentía el centro de atención: ella representaba el primer paso
de una experiencia entusiasta (el proyecto de investigación). Cuando el abrazo
genital resultó imposible a causa de su estado, ella culpó a la niña por su
falta de satisfacción sexual, pero comprendiendo que aquello era irracional, rechazó por
completo la sexualidad. Vemos así que
importante rol puede jugar la angustia genital produciendo una pérdida de
contacto entre la madre y el recién nacido y que repercusiones tiene sobre el
resto de la familia.
Soy
en parte responsable de los acontecimientos; pienso que habría podido evitar
mucho de lo sucedido si, desde el principio hubiera tratado a la madre con más
vigor y más constancia. Sin embargo, desde el inicio de la terapia, siempre me
había preguntado si algún día podría aceptar plenamente su genitalidad.
Este
proyecto de investigación se encuentra aún en sus inicios. Habrá aún que esperar una docena de años para ver si es
posible o no de proteger a esta niña de
una coraza crónica y para darse cuenta de cuáles son los efectos adversos que
se pueden ser evitados para toda la familia.
DISCUSIÓN
Al
inicio del seminario, el debate se centró sobre la nueva forma de amor que la
madre llevaba a su hijo. Todos los participantes convinieron que este
sentimiento estaba motivado por el odio, nacido del hecho que la madre era
incapaz de soportar su nuevo grado de genitalidad. Reich especificó que la
genitalidad no es una condición inmutable sino cambiante: pueden existir muchos
grados de genitalidad según el caso y según las personas. En nuestro caso, la
madre era capaz de tolerar su genitalidad antes que el embarazo aumentara el
nivel. En cuanto al embarazo, Reich compara el feto con un horno que, con la
energía que le es propia, aumenta y alimenta a la madre aumentado su nivel de
genitalidad (interacción de dos sistemas orgonóticos) y que tiene la
consecuencia de elevar el grado de genitalidad de esta última.
En
términos de preparación orgonómica al nacimiento, el “nivel fluctuante de la
genitalidad “significa que las futuras madres y los terapeutas que las siguen
deben estar especialmente atentos en los tres momentos fundamentales donde el
grado de genitalidad cambia: el embarazo, el nacimiento y la lactancia.
Preparar a las madres para el nacimiento significa prepararlas para afrontar
este aumento de energía. Incluso si sobre el plano biofísico, la madre no va a
ser capaz de tolerar plenamente su alto grado de genitalidad, la compresión de
este fenómeno podrá al menos hacerla más capaz de tolerarlo.
El
debate se extendió sobe la fiebre roséola. Todos coincidieron que la pérdida de
contacto con la madre había provocado la enfermedad y debilitado el sistema
orgonótico (inmunitario) de la pequeña. Luego se habló de las enfermedades
infeccionas en general; todas ellas comienzan a partir de los mismos síntomas
(vómitos, fiebre, erupción cutánea, diarreas).
Reich hizo la siguiente analogía:
“Comparemos un niño que crece con el tronco de
un árbol que puede ser armonioso o retorcido. Cuando la energía circula
libremente en el niño, el tronco está bien equilibrado. Cuando el niño se
contrae, el tronco se vuelve completamente torcido. El niño se bloquea localmente (armaduras) y donde los
bloqueos locales se instalan aparece la enfermedad…. El tronco puede estar en
armonía o torcido y más tarde, al empujar varias ramas estas podrán desarrollarse
con armonía o de manera retorcida”
Es
cierto que la investigación clínica orgonomica podrá en el futuro ofrecer una cuadro
más claro y definido.
En
general, las madres se aferran al ideal de perfección materna en lugar de
entregarse al amor de su hijo, y la neurosis les aumenta cuando su objetivo se
convierte en fracaso. A este ideal de perfección (mecanismo místico)
corresponde el mecanismo de las normas estrictas de los hospitales. Sí, Reich
señaló la importancia de la preparación de las enfermeras de la sala de partos,
maternidad, etc…pero todo esto no constituye, según él, el problema principal
que no es otro que el terror a la vida y al movimiento. Este terror gobierna
toda actitud del hospital (Reich dijo:
“Sus normas son el reflejo de su
carácter. Sus normas son ellos mismos”) y de los servicios de obstetricia
en particular.
El
objetivo de la investigación orgonomica sobre la infancia es pues la de cuidar este terror de la vida en las madres y
de prevenir al niño que va a nacer. El terror a la vida es, según Reich, el
principio funcional común de innombrables variantes irracionales bajo las
cuales él, el terror a la vida, se manifiesta.
REFERENCIAS
1)-REICH, W : Armoring in a Newborn
Infant. Orgone Energy Bulletin, Orgone Institute Press, 1951, page 122.
------------------------------
(2) NDLR: La
presentación del caso del Dr. Baker fue seguida
por un debate presidido por W. Reich, publicado posteriormente- así como este
artículo- en Orgone Energy Bulletin . Ante la
imposibilidad de reproducir el debate, sujeto a copyright , nosotros resumimos
los puntos principales.