jueves, 26 de marzo de 2020

LA ECONOMÍA DESDE EL PUNTO DE VISTA FUNCIONAL ( IV )








La siguiente entrada es la continuación de la que editamos en  blog el día 18 de marzo de 2020.  Es la traducción articulo ( en francés) de Curtis Barnes. Licenciado en Derecho, que se publicó en la revista de Sciences Orgonomiques el año 1989. 4rt. Année nº 15/16. L'économie considérée du point de vue fonctionel. 

Con esta entrada queda completado el artículo



Continuación...


Es una ironía ver que la plaga emocional reaccionaria rindiendo un homenaje poco sincero al capitalismo, al sistema de mercado, al beneficio y a todas las otras actividades económicas sanas, a sembrado una gran confusión en lo que concierne a los conceptos económicos que han empezado a estar asociados en el espíritu de las personas con significados deformados más bien que con su verdadera función.

El “progresista moderno” (colectivista) es actualmente maestro de la economía contemporánea. En este sentido, la mayor parte de los sistemas económicos del mundo libre, así como una gran parte de nuestra comprensión de la economía, reflejan la estructura caracterial del “progresista” moderno con su culpabilidad, su igualitarismo, su miedo a la competición, su deformación intelectual y su terror del mercado libre.

A pesar de las ruidosas reivindicaciones en interés de los oprimidos, de los miserables, de los sintecho, el “progresista” moderno tiene horror del contacto directo con estas personas, es la cosa que teme más. No está interesado en el bienestar autentico, sino más bien en la creación de cajas de fondos. Prueba así de eliminar su propia culpabilidad haciendo contribuir a cada individuo en las cajas de asistencia social, publicas e impersonales. Una vez que ha cumplido con esto, el “progresista” moderno hace todo lo posible para negar los daños causados al mercado de trabajo.

Las defensas intelectuales del “progresista” moderno sirven admirablemente a la economía, produciendo volúmenes y volúmenes de textos económicos llenos de generalizaciones, de abstracciones, de ecuaciones matemáticas y de deformaciones de los hechos. Hay tantos, que los economistas “progresistas” no pueden incluso estar de acuerdo entre ellos sobre lo que se ha dicho. Tan grandes esfuerzos parecen incomprensibles hasta el momento en que uno se da cuenta de que tienen un único propósito: desarrollar y promover un orden económico en el cual el profundo contacto del intercambio voluntario, la responsabilidad, el placer de las relaciones autorreguladas trabajador/producto del trabajo son abolidas. El “progresista “moderno no puede soportar la función de mercado que saca continuamente a la luz las decisiones y los deseos de los trabajadores y que recompensa racionalmente a aquellos que tienen un talento o una habilidad excepcional. El trata de obstaculizar estas expresiones nivelándolas a través de impuestos progresivos. El resultado es que el gobierno deja de funcionar como medio de coordinación del intercambio y de la protección de las relaciones autorreguladas en el trabajo y en su lugar se convierte en un parasito que chupa más i más energía; esta energía le sirve para ejercer su control y sofocar la función de intercambio. El proceso lleva un remarcable parecido con la función del cerebro en la estructura del “progresista”.

Las plagas emocionales, ya sean “progresistas”, socialistas o fascistas rojos lideran una campaña activa contra la potente función del trabajo. Mientras que una mayor proporción de productos se elimina mediante impuestos a los trabajadores, los trabajadores productivos tienen cada vez menos la posibilidad de influir en la naturaleza de la producción. Además, los trabajadores responsables son penalizados por una política monetaria y por regulaciones masivas impuestas por el gobierno. La economía cesa de estar basada sobre el trabajo y el intercambio; la atención está centrada en como obtener una mayor parte de los productos del trabajo que están controlados por el gobierno, por medio de lobbies políticos, de huelgas sindicales, o asociándose a un cierto grupo minoritario. Las personas son situadas en una situación de trabajo indefensa con una mayor dependencia, lo que alienta la peste emocional. El resultado final es una deriva hacia el estado fascista rojo.

En el estado comunista las relaciones autorreguladas trabajador/ producto del trabajo están prohibidas. Los intercambios se hacen únicamente a través de las agencias de gobierno; las funciones efectivas del trabajo no conducen a una satisfacción aumentada por el trabajo y pueden incluso ser un blanco de burla o de otros ataques de plaga por parte de los colegas. El acceso a los productos del trabajo y al trabajo es más bien político que funcional. Si el trabajador. Si el trabajador les gusta a las autoridades políticas, puede estar en primera línea para ser contratado; si un trabajador perturba el orden establecido, se les deniega el acceso a los puestos de trabajo muy solicitados y se le impide trabajar cerca de su mujer y de los que ama. En tales situaciones, el individuo es impotente y aterrorizado abandonando toda libertad personal y su propia autorregulación.

Si este análisis es correcto- especialmente en lo que concierne a la relación entre impotencia en el trabajo y la peste emocional- el mundo está en un gran peligro, sobre todo a causa de la plaga de la izquierda. Esperamos que futuros estudios orgonómicos sobre el trabajo y la economía darán medios para identificar y combatir tal actividad de plaga antes de que sea demasiado tarde.

Conclusión

En las paginas precedentes, me he esforzado por acercar el trabajo y la economía en términos de funciones bioenergéticas. Parece que la satisfacción y el placer al uso de los productos del trabajo son la base de la autorregulación y de la actividad del trabajo. La hipótesis dominante pretende que los productos del trabajo deberían tener una importancia secundaria en relación a la actividad laboral en sí. Por el contrario, la hipótesis de un vinculo funcional entre el trabajador y el producto del trabajo no solamente simplifica la comprensión de la economía, sino que más bien permite la aplicación del conocimiento orgonomico a este territorio difícil de la vida humana.

La autorregulación en la relación trabajador/ producto del trabajo proporciona una visión general sobre el papel de la organización social con respecto al trabajo. Vemos que la transferencia coercitiva, el pillaje, el reparto mecánico de los productos del trabajo disminuyen la ocasión de tener esta función bio-energética completa. Limitan el contacto humano, inhiben la responsabilidad individual y dificultan la interacción cooperativa. Tales prácticas autoritarias, ya que impiden la gratificación directa, dan a luz formas variadas de expresión secundaria en el trabajo tales como la distribución compleja, pródiga y mecánica de los productos de trabajo.

El intercambio voluntario, el beneficio, y la protección de la autorregulación aumentan la responsabilidad y el contacto entre los individuos, toman en cuenta las diferencias especificas en la estructura biológica y caracterial y hacen de la cooperación y el beneficio reciproco una base para la sociedad. Evitan también la carga de la regulación social, burocrática, compleja de vidas individuales. Nosotros no podemos ciertamente afirmar que la protección del intercambio voluntario puede producir una utopía inmediata donde cada uno lleve una vida de abundancia y de placer, pero podemos afirmar que puede ofrecer la protección para una expresión más completa de cada individuo.

La sociedad liberal moderna se esconde detrás de falsas promesas para tratar la necesidad y la incertidumbre; alienta las funciones del trabajo acorazado y estimula la avidez y la envidia en el pequeño hombrecito que quiere tener tanto como el trabajador productivo sin tener que trabajar o cooperar con otras personas para obtenerlo.

Espero que estas palabras sobre la función económica contribuirán a dar una apreciación más profunda del enlace entre el trabajo y la vida, a hacer disminuir el sentimiento de culpabilidad respecto al beneficio y al placer procurados por los productos del trabajo, tanto como a proporcionar el conocimiento para combatir la actividad de la plaga emocional en el trabajo y la economía.

Referencias

1)     - REICH,W.: The Cancer Biopaty. New York: Farrar, Straus and Giroux, 1973.

2)     - BASTIAT,F.: Economic Sophisms, Goddard, ed. New York : Foundation for Economic  Education, 1964.

3)     REICH, W.: Function of the Orgasm. New York : Farrar, Strauss and Giroux, 1964.

4)     MATHEWS,P. : “ A Functional Understanding of the Modern Liberal Character”, Journal of Orgonomy, 1 : 138-      48, 1967.

5)     BAKER,E.F. : Man in the Trap. New York: Macmillan, 1967.

6)     REICH, W.: The Mass Psychology of Fascism. New York : Orgone Institute Press, 1946

7)     VON MISES, L.: Human Action. Chicago : Yale, 1963.



miércoles, 18 de marzo de 2020

LA ECONOMÍA DESDE EL PUNTO DE VISTA FUNCIONAL ( III )











La siguiente entrada es la continuación de la que editamos en  blog el día 5 de marzo de 2020.  Es la traducción articulo ( en francés)   que se publicó en la revista de Sciences Orgonomiques el año 1989. 4rt. Année nº 15/16. L'économie considérée du point de vue fonctionel.


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La función del valor


El intercambio voluntario es una actividad espontánea en la cual los individuos cooperan para mejorar su bienestar. Refleja el contacto con las evaluaciones personales para saber cuál sería la más satisfactoria para un individuo en particular, en una situación de vida particular, en un momento particular, respetando el gusto y el carácter de las personas implicadas.

Es un poco sorprendente que una actividad tan común y agradable que virtualmente todo el mundo experimenta sea tan completamente ignorada.

Una parte de la confusión que envuelve el intercambio voluntario es debida al hecho de que el concepto “valor” está considerado en término mecanicistas (cantidad de objetos poseídos), y no como respuesta emocional al producto fabricado. Sólo en los último cincuenta años los economistas han empezado a reconocer la naturaleza subjetiva del valor, y encontramos aún afirmaciones del género “un caballo vale diez corderos” lo que quiere decir que para los economistas de trata simplemente de un número y no de un sentimiento humano. Con el fin de evitar tal error de evaluación biológica, es necesaria una segunda mirada sobre la función del valor en el intercambio voluntario.

Un granjero que cultiva manzanas conoce a un vecino que tiene una silla. El granjero decide que quiere la silla y propone a su vecino una cierta cantidad de manzanas, digamos unos 20Kg, por su silla. Al vecino le gustaría tener las manzanas, entonces deciden hacer un comercio. En el lenguaje ordinario a esto se le llama un trueque. La elección de la palabra es impropia ya que sugiere incorrectamente que 20 kg de manzanas equivalen en cierta manera a una silla. Remarcamos por lo tanto que el granjero prefiere tener la silla que las manzanas. En el mismo momento un vecino prefiere más tener las manzanas que la silla. Es difícil de concebir todo intercambio sin considerar el valor que da cada interesado a los productos involucrados. Tal valor depende de los sentimientos, es por lo tanto cambiante. Es una forma de expresión en las personas y que escapa a toda medición cuantitativa.

El valor no es intrínseco al objeto; no es medible en unidades de trabajo, precio o otra escala objetiva. El valor es un sentimiento subjetivo de un deseo relativo a una solicitud de productos del trabajo y, es una base en donde las preferencias y las elecciones son expresadas por el intercambio voluntario.

Tal definición funcional parece inconveniente para aquellos que prefieren una ciencia exacta de la economía porque, contrariamente a la reacción química entre el hidrogeno y el oxigeno el resultado del intercambio no es ni previsible ni constante. Esto significa que no existe ninguna autoridad, que pueda establecer un valor o decidir si un trabajo es útil o productivo, excepto los individuos implicados. Admitir que no hay autoridad, si no sus propios sentimientos y su contacto emocional es, lo comprendemos bien, aterrador para un carácter acorazado.


El beneficio (ganancias) y su antítesis, el pillaje

Nada más ambivalente que la palabra “ganancia”, “ganancias injustas” es el grito de los anteriores socialistas. La ganancia esta asociada a la culpabilidad, y el odio generalizado de las ganancias esta codificado por las leyes e imposición que confiscan con fuerza tales ganancias en nombre de la justicia social. Se pretende que si las ganancias fueran reducidas o eliminadas, la miseria humana desaparecería.

Pero la palabra ganancia no es siempre una designación negativa. Por ejemplo, Reich ha utilizado las ganancias adquiridas de sus consultas para la construcción de su laboratorio de investigación y la publicación de los primeros periódicos.

Es frecuente escuchar definir la ganancia como un bien conseguido por un individuo a expensas de otro. En el intercambio voluntario esta definición es insostenible. Si el granjero hubiera aumentado su bienestar por una acción que hubiera empeorado el de su vecino; entonces no hubiera habido satisfacción reciproca. El vecino estaría forzado a procurarse un trabajo suplementario para remplazar o esconder los productos de su trabajo; el granjero no tendría más razón para cultivar manzanas. En claro, el cuadro general seria una reducción de la productividad y una disminución de la interacción cooperativa de la sociedad. La palabra para designar la apropiación violenta del producto del trabajo por los individuos, pandillas o oficinas sociales es: “saqueo” una palabra que utilizan los economistas clásicos tales como Mill y Bastiat (2), pero que ha desaparecido del uso general desde que se aceptado la transferencia coercitiva como una bendición social. El beneficio es la consecuencia reciproca del intercambio voluntario; por otra parte, es el factor placentero y motivante sin el cual no podría haber trabajo positivo para la vida. El saqueo es la antítesis de la autorregulación y del intercambio voluntario.

Confundir el beneficio con su antítesis, el saqueo, vuelve imposible la protección de la función del trabajo basado sobre el placer. El hecho de decir que la ganancia es un medio por el cual una persona toma la ventaja sobre otra seria como decir que el intercambio sexual es un medio por el cual un hombre toma ventaja sobre la mujer o viceversa. Si uno no hace una distinción entre la violación o el encuentro genital amoroso, uno no encontrará la forma de proteger la salud genital de los miembros de la sociedad si no es por medio de reglas rígidas moralistas y mecánicas que gobernarían las relaciones entre hombres y mujeres. No hay esperanza de realizar un orden social positivo para la vida, si los que tiene una función del trabajo sana y productiva no pueden emprender intercambios recíprocos agradables y no pueden defender sus acciones positivas contra aquellos que querrían destruir este placer.

Aunque va mas allá del caso de este articulo, hemos de dar vistazo en temas de economía funcional a la función del mercado que uno calumnia y teme muy habitualmente. Allí donde existe la protección de la autorregulación de las relaciones trabajador/ productos del trabajo, cada trabajador, por la expresión de sus preferencias y de sus elecciones en materia de productos del trabajo y de intercambios, influencia la manera en la que los materiales, el tiempo, los esfuerzos y la capacidad son empleados. La sociedad se convierte en un medio de cooperación y de contacto mutuo provechoso. Aquellos que son más capaces de reconocer y de contribuir efectivamente y eficazmente a la satisfacción de los otros trabajadores se convierten en ricos. Es inútil de decir que esto es un poco difícil de digerir por el pequeño hombrecito; el preferiría que uno le dé sus productos del trabajo sin tener que contribuir a la satisfacción de algún otro intercambiando de los productos de su trabajo. Detesta la potencia obvia de trabajo que ha permitido al hombre convertirse en rico. La función de mercado permite la superposición de las funciones del trabajo de una forma que refleja las verdades profundas de la naturaleza tales como la función bioenergética y la expresión emocional subjetiva.


Estructura económica autoritaria

La relación trabajador/producto del trabajo, el intercambio voluntario y la apreciación subjetiva de lo que tiene de valor y de ganancia son las bases sobre las cuales esta fundada la economía. Pero, lo que es más importante: ellas nos dan la posibilidad de tomar las decisiones claras, de evaluar los aspectos socioeconómicos y de efectuar un análisis racional en términos de salud emocional y de satisfacción.

Para que una amplia mayoría de los objetivos sociales de nuestra sociedad sea implementada, debemos apelar al poder policial del estado. El estado obliga a la población productiva a darle una gran parte de los frutos del trabajo. Él lo redistribuye inmediatamente a los que, según su opinión, son los más pobres. Uno podría llamar a este proceder un saqueo. Aunque la mayoría de las personas dicen que detestan la estructura social autoritaria, cuando esto concierne a los productos del trabajo y al intercambio ellos actúan con el fin de promover tales formas autoritarias. La media se hacen también portavoces de estas medidas autoritarias. En la mayoría de los casos, la demanda de tales medidas es sólo una racionalización, siendo el motivo real la identificación con los oprimidos.

Se pretende que de no poseer tantos bienes materiales como se desee es muy dañino y por consiguiente es una “falta” que la sociedad debe combatir en prioridad. Esto se convierte en un problema más urgente que aquel de la protección de los trabajadores.

Un tal punto de vista esta en contradicción con el de Reich (3) según el cual el deseo y la envidia son funciones vitales normales que no causan acorazamiento salvo en casos extremos.

Es interesante imaginar que sería de la sociedad si el “principio de necesidad” tiene prioridad sobre la gratificación agradable, siendo aplicado a las relaciones sexuales. Uno puede imaginar la cantidad de protestas que habrían en el caso de que el gobierno decidiera un día imponer a las mujeres que se benefician de relaciones sexuales agradables y satisfactorias de tener un cierto numero de relaciones sexuales con hombres incapaces de encontrar una pareja sexual. El uso de la fuerza para imponer el “ igualitarismo sexual” es tan absurdo que uno se lo tomaria a broma. Sin embargo, eso es lo que pasa a nivel del trabajo cuando se usa la fuerza para “igualar”. Esto sucede a diario en el mundo entero y los resultados, aunque menos visibles, no son menos trágicos.

La peste emocional y la economía

Observamos que las declaraciones sobre la libertad económica responsable provocan a menudo una reacción emocional tan explosiva como aquellas sobre la libertad sexual responsable. A primera vista, esto puede parecer extraño, pero tan pronto como uno se da cuenta de que la ganancia, la evaluación, la satisfacción de la relación trabajador/ producto del trabajo y la autorregulación (necesaria para el intercambio voluntario) están estrechamente ligadas al funcionamiento humano, esto empieza a tomar sentido.

Allá en donde el intercambio voluntario está protegido, las personas capaces de una función-trabajo efectiva no están ocultos a las miradas envidiosas del pequeño hombrecito. El pequeño hombrecito no puede imponer sus opiniones, sus valores y sus deseos a los otros. Estar sin hacer nada se convierte en intolerable; el trabajador debe asumir la responsabilidad de sus propios actos, tanto como sus relaciones con los otros miembros de la sociedad. Tal responsabilidad va de la mano con una libertad y una productividad aumentada considerablemente, lo que hace el trabajo más agradable. Además, parece que la potencia en el amor y la potencia en el trabajo están estrechamente ligadas. La potencia que se expresa en el trabajo es una fuente de orgullo y de satisfacción, uno se siente como formando parte de la sociedad, contribuyendo a la alegría, al placer y a las necesidades de los otros. Los que no encuentran satisfacción en su trabajo pueden envidiar a los otros y servirse del control sobre los otros trabajadores para compensar su incapacidad en el trabajo, Esto se hace por el uso de la fuerza y del engaño, a través de la ayuda y de sugerencias interesadas y mezclando la política y la economía.

Por definición el hombre sano que trabaja es aquel que tiene por divisa “no me influye quien me mira”. De hecho, la incapacidad de de ocuparse de los propios asuntos en amor y en el trabajo es la característica del carácter peste emocional como lo describen Mathews (4) y Baker (5). Parece que existe un enlace significativo entre el comportamiento de aquel afectado de plaga emocional y de aquel que es incapaz de trabajar. Hitler es el ejemplo más abominable. Tenia una dificultad para mantener un trabajo por mucho tiempo, lo que más tarde le condujo a un activismo político de peste. Pero él no es una excepción, un vistazo a lista de tiranos, de activistas radicales, de asesinos, de grupos de liberación, etc…, muestra para cada uno de los casos un disfuncionamiento en el trabajo. Por el contrario, aquellos considerados como grandes hombres de estado. Lincoln, por ejemplo, son a menudo recordados por su actividad productiva y no política.

La peste emocional de derechas tiene un modus operandi particular hacia el intercambio voluntario. Su rigidez, su brutalidad y su misticismo le conducen a considerar la relación normal dar/recibir- que tiene lugar en el proceso de intercambio- como un signo de debilidad. Tales personajes insisten en la dureza, la crueldad y la necesidad de tomar lo mejor de los otros. Los logros siguientes de tales líneas de conducta son exhibidos como la prueba del poder individual. Los trabajadores autorregulados y motivados por el placer así como por los productos de su trabajo no están bien vistos, todo debe estar basado sobre el deber, las reglas de trabajo rígidas y la racionalización mística. Los verdaderos motivos no son admitidos, y observamos un factor de deshonestidad, de tentativas de ganar posiciones de poder no por el logro sino por el privilegio o la eliminación del competidor. A este respecto, la peste emocional reaccionaria se convierte en el apoyo de ciertas concesiones y privilegios por parte del gobierno a través de sobornos, chantajes, etc.… tal actividad es relativamente consciente; no hay pretensión de que esto pueda ayudar a alguien más.

El sistema económico del Fascismo Negro (6) debe ser distinguido del mercado libre y del intercambio voluntario así como del socialismo y del sistema económico del Fascismo Rojo. Von Mises (7) declara:

La economía fascista toma la apariencia de los mercados, de los precios, de los salarios, y de las tasas de interés ordinarias. Pero el intercambio de mercado es una impostura. Tales salarios, precios, tasas de interés, sin fijados por el gobierno… Son sólo términos cuantitativos en las ordenes del gobierno determinando el trabajo, los ingresos, los gastos y el nivel de vida de cada ciudadano.

Bajo el Fascismo Negro, las creencias místicas y el hecho de tener una contribución particular a ofrecer a la madre patria son fuentes de cooperación complaciente del pueblo. No recurrimos a la culpa, no atacamos las diferencias de capacidad o de productividad y se utiliza siempre el intercambio y el mercado, incluso si los desnaturalizamos.



jueves, 5 de marzo de 2020

LA ECONOMIA DESDE EL PUNTO DE VISTA FUNCIONAL ( II )

La siguiente entrada es la continuación de la que editamos en  blog el día 19 de febrero de 2020.  Es la traducción articulo ( en francés)   que se publicó en la revista de Sciences Orgonomiques el año 1989. 4rt. Année nº 15/16. L'économie considérée du point de vue fonctionel.




( Continuación . . . )


El trabajo y el individuo

Todos los organismos vivientes deben realizar esfuerzos para estar vivos. Cada organismo, de una manera que depende de sus características biológicas, debe obtener el sustento para su crecimiento y para su reproducción y debe evitar los daños físicos causados por el entorno y los predadores. En animales distintos al hombre, el organismo ejerce una acción para satisfacer estas necesidades y estos deseos sin aparentemente sentir el peso, y sin tener pensamientos tales como “ahora tengo que ir a trabajar”. No recibe mensajes divinos diciéndole que espere a la providencia, y sin siquiera pensar en sobrevivir. Una leona en la sabana no parece sufrir las dificultades de la caza. No se sienta en una esquina esperando a que alguien le venga a traer su alimento. Ella no se vuelve una activista política enarbolando su derecho natural de tener lo que ella quiere sin tener que trabajar para obtenerlo. La leona tiene un enfoque muy sencillo: cuando tiene hambre, va a cazar, atrapa su presa y se la come.

El hombre acorazado observa a la leona y concluye que una ausencia tal de conflicto es simplemente debida al hecho de que la leona “ama naturalmente el trabajo”. Piensa que los problemas de la humanidad bis-a-bis del trabajo desaparecerían si los humanos no estuvieran forzados de hacer cosas que no aman y si ellos no estuvieran tan atados a los bienes materiales. Uno se puede interrogar delante de tales conclusiones: la leona no caza únicamente por el placer de cazar; si este fuera el caso, la llanura del Serengueti estaría plagada de carcasas de animales muertos pudriéndose al sol.

 Uno está sorprendido de ver  que la “función del trabajo” de la leona no solamente responde a las necesidades vitales (contacto), sino que está también basada en las leyes naturales (autorregulación): cuando su hambre esta saciada, para de cazar. Parece que el contacto agradable de la leona con el producto de sus esfuerzos es una parte vital de su función del trabajo. Por el contrario, en nuestra sociedad el placer que puede procurar el producto del trabajo no es una parte integrante de la función del trabajo, hasta un punto tal que incluso los sociólogos ignoran completamente este factor (placer). El placer que procura el trabajo es considerado como un mal que debe ser eliminado y reemplazado por el puro placer del esfuerzo de  trabajo. Nosotros podríamos superar nuestra fijación a los bienes materiales- declara el economista de orientación mística- si amaramos  más el trabajo. Es una aberración salida de la ignorancia y del miedo al placer: el escultor que ama esculpir un florero está profundamente entristecido por su pérdida, se apega al producto de su trabajo tanto como a su placer de la actividad del trabajo. Se pretende también  que el apego a los productos del trabajo es un hecho de la cultura, aunque pocas personas osarían confirmar una teoría tal aproximándose a una leona para cogerle su comida o pasar su mano en una colmena para retirar la miel. Se supone que incluso una ameba seria irritada si un científico fijara una partícula de alimento a una micro pipeta y alejara el alimento cada vez que la ameba probara de asimilarlo.

La negación de la importancia del producto del trabajo y la afirmación de la existencia de un instinto de supervivencia evitan reconocer cuales son las funciones bioenergéticas asociadas al trabajo. El trabajo tiene su origen en la tensión bioenergética que el organismo percibe como sensaciones de querer, de deseo o de incomodidad; la actividad del trabajo físico sigue y, finalmente, el contacto se establece con el producto del trabajo, lo que produce el relajamiento de la tensión sentida como una gratificación agradable. Esto como indica Reich  (1), es la fórmula del orgasmo en cuatro tiempos que esta en la base del trabajo. El contacto con el producto del trabajo guía al organismo de forma funcional hacia más actividad del trabajo o hacia una actividad diferente. Un contacto tal explica porque el trabajo no acorazado es autorregulado.

El reconocimiento del rol vital de la relación trabajador/ producto del trabajo permite comprender enseguida el punto débil del trabajo acorazado (compulsivo). No podemos agarrar este punto débil si nos aferramos a conceptos económicos tales como la “no utilidad del trabajo” o  a teorías sociológicas tales como la “lucha de clases espontánea”, o las creencias místicas en el placer intrínseco de la actividad del trabajo.

Cuando el trabajo no esta unido a las sensaciones de necesidad o de deseo de un producto resultante, se siente como carente de sentido. Cuando el trabajo no da como resultado un producto del trabajo, o cuando el contacto entre el trabajador y el producto del trabajo está perturbado por factores exteriores, la experiencia del trabajo es irritante y frustrante. Cuando el acorazamiento deforma la percepción de necesidad y de deseo o cuando bloquea el alivio de la tensión, el trabajo se convierte en irracional.

Las tentativas de comprender el trabajo en términos mecanicistas esconden la verdadera naturaleza de la función del trabajo: el trabajo basado sobre la autorregulación, el trabajo que procura sentimientos de logro, de placer, de orgullo y de fuerza. Por oposición, reconocer que el trabajo esta basado en procesos bioenergéticos  hace posible una aplicación directa de los principios orgonómicos en el estudio del trabajo. Permite también una compresión mejor del lugar del trabajo en la sociedad.

 

 

Trabajo autorregulado e intercambio espontáneo

El placer de los resultados del trabajo de un individuo se puede aumentar donando, compartiendo e intercambiando los productos con otra persona. Lo podemos ver en la satisfacción experimentada por un padre cuando él provee comida y abrigo para su hijo, en el placer de compartir una botella de vino con su amada, o durante una fiesta en casa de sus amigos.

No es de extrañar el constatar que las personas prefieren asociarse en lugar de ir al bosque para llevar una vida solitaria, por más agradable que fuera, a la manera de Henri David Thoreau. En compañía de otras personas el placer que proporciona el producto del trabajo así compartido, aumenta.

Si la naturaleza de una sociedad es tal que los individuos no pueden disfrutar de la expresión completa de la relación trabajador/ producto del trabajo, entonces el placer y la satisfacción derivadas del trabajo están muy disminuidas. Así, la primera tarea de la economía funcional debe ser examinar atentamente el intercambio autorregulado de los productos del trabajo. Esto proporcionara una imagen clara de lo que se necesitará para proteger la función del trabajo sin considerar un orden social utópico. Esto permitirá a la economía concentrarse sobre la protección de la salud antes que en hacer la vida acorazada más tolerable.

El producto del trabajo es dado  o transferido a otra persona sea porque obtiene placer al hacerlo circular, sea porque guardar su producto conllevaría consecuencias adversas para su economía. Así las transferencias de los productos del trabajo pueden ser motivadas por: 1) El deseo de las dos partes interesadas (intercambio voluntario);  2) contra los deseos de uno de los dos individuos (transferencia coercitiva)

El intercambio voluntario es un sistema de autorregulación. Normalmente da como resultado un aumento extenso y bilateral de satisfacción agradable. Alienta la utilización eficaz y responsable de los resultados del trabajo y del esfuerzo del trabajo sin que ser sea perturbado.

Al contrario, la transferencia coercitiva de los productos del trabajo es incompatible con la autorregulación. El uso de la fuerza y la amenaza elimina del trabajo todo placer y ya no tiene una conexión cercana con las necesidades experimentadas implicadas en la transferencia. La transferencia coercitiva no produce un aumento de la satisfacción sino al contrario, conduce a la contracción y a la inmovilización de la función del trabajo y al acorazamiento.

Parece haber pocas dudas de que el intercambio voluntario es preferible a la transferencia coercitiva. Una conclusión así no es ni moralista, ni ideológica sino una simple constatación de que el intercambio voluntario es la forma de interacción humana más consistente con el respeto del placer y de la autorregulación (salud)
 
( continúa )