A continuación tenéis el tercero de una serie de artículos escritos conjuntamente por nuestra compañera Eva Moya y el Dr. Carles Frigola. Este articulo ha sido publicado en el nº 52 de la revista bimensual Girosalut/ nº 07 BarnaSalut.
SENSACIONES, EMOCIONES Y SENTIMIENTOS
LA VERGÜENZA
Por Carlos Frigola y Eva Moya
Siguiendo con la serie de artículos dedicados a los
sentimientos y emociones humanas, hoy hablaremos de la vergüenza. Intentaremos
definirla y entender su origen. También sugeriremos como acompañarla para
aliviarla.
En primer lugar, el concepto
de vergüenza lo podríamos definir como un mecanismo de defensa específico
dentro de los diferentes que existen en el conglomerado organizativo del
aparato psíquico. Es necesario tener presente que
este tipo de defensa se despliega para hacer la experiencia más soportable más
ligera. Aunque el precio a pagar sea una pérdida sensible
de la libertad. Sentirse expuesto, observado, ser visto…sentirse sin protección
provoca sentimientos de turbación y de vergüenza. Incluso de humillación. Como
si alguien nos mirara de forma crítica, juzgandonos de manera condenatoria.
Recordemos que la vergüenza no es reflexiva, como explicamos en el último
artículo sobre la culpa. Son estos sentimientos interculturales, universales.
Todo el mundo los padece. No lo es la timidez, por el contrario, que es
adquirida y tiene que ver con el carácter.
Ver y ser visto, donde J. Steiner sugiere que en la
suficiente distancia- fuera de la confusión con el objeto como podría ser por
ejemplo en el enamoramiento- es donde podemos apreciar tanto las cualidades
buenas como las malas del objeto. Este poder ver o que te vean hace surgir
diversas ansiedades que se han de cotejar.
El autor propone la experiencia de ser vistos como una vivencia sin
protección, desnudos, observados de manera crítica provocando malestar. Este
estado de incomodidad inicia un movimiento concreto de la energía interna,
libido/ impulso o agresividad sana, de nuestro cuerpo. Esta energía se mueve
desde el propio núcleo (self), que es nuestra parte más íntima, atraviesa la
armadura caracterológica (defensa muscular) instalándose en la superficie de la
piel y los ojos (segmento ocular). Este impulso libidinal pide un objeto contenedor.
Busca una respuesta empática por parte de la madre o bien de una persona que
ofrezca comprensión y amor.
Si existe una respuesta empática por parte de la madre como
podría ser una mirada aprobadora, esta excitación libidinal desaparece al
quedar satisfecha y contenida. Diríamos que la vergüenza es acompañada y desaparece. La mirada comprensiva
de la madre actúa como un espejo (mirroring) donde el niño o bebé puede
reflejarse sintiéndose seguro. No juzgado. No experimenta turbación.
Contrariamente, si no hay respuesta empática- quizás en forma de rechazo, de
ignorancia, de indiferencia…- o la respuesta es insuficiente, la excitación
libidinal que se ha instalado en los ojos (segmento ocular) y en la superficie
de la piel de la cara queda allí estancada y se manifiesta entonces como un
afecto de vergüenza.
Dicho de otra manera, la energía interna (libido), que
siempre se descarga de una forma o de otra, lo hace dentro de un vacío
emocional por la falta de un objeto contenedor. Se puede experimentar una
sensación de rechazo devastadora por falta de acompañamiento (mirroring). Niños
y adultos podemos mostrar vergüenza por haber mostrado nuestras necesidades y
ser estas ignoradas o despreciadas.
Históricamente, se podría situar su origen en la conocida y romántica narración relatada en la biblia
en donde la pareja es expulsada del Edén. En este preciso momento los dos
protagonistas sienten, más bien, padecen la humillación y la vergüenza de ser
mirados por un ser fantasioso y “superior”. Juzgados por haber cometido una
falta.
Desde un punto de vista comunitario la expresión sentir “vergüenza
ajena” la podríamos contextualizar en el caso en donde un objeto o un
sentimiento es expuesto a la dura mirada de la comunidad. La vergüenza puede
surgir en el ser humano como consecuencia de ser desposeído de una identidad
grupal o de ser expulsado de un grupo primario. La vergüenza, que hace de guardián
de la moralidad pública y de la ortodoxia (científica, cultural, política,
religiosa, etc.) es básicamente un fenómeno social. Es capital recordar justo
en este punto los matices entre moral (costumbre heredada y repetida) y ética
(actitud adquirida, reflexionada, auténtica, a menudo alejada de la costumbre social).
La palabra hebrea bosh (vergüenza) significa ser expuesto a
un cuestionamiento dentro de un grupo. Ser excluido de la comunidad a la que
uno siente que pertenece y con cual se ha identificado. La vergüenza
interpretada desde la vertiente de la moral (repetir las costumbres sin trabajo
de reflexión) tendría una importante función
de seguridad, supervivencia y de cohesión social pues el animal (persona)
expulsado del grupo o que decide abandonar voluntariamente el grupo será
expuesto inmediatamente al ataque de los depredadores, cosa que no le
pasa al animal que siempre vive en grupo, en comunidad. Otros autores (R.
Velasco) creen que la vergüenza es una función social. Que en un principio
puede ser producida por las expectativas o reacciones de la madre o otros
significantes y después se internaliza como vergüenza. Otros (J.Lientenburg)
concluyen que podría ser un afecto pre-programado, ya desde el mismo
nacimiento.
En este sentido, la razón de ser de las instituciones, de
las sociedades y de los grupos científicos y culturales que protegen a sus
miembros del gran poder depredador del tiempo, del olvido, de los nuevos
paradigmas que van sustituyendo a los viejos, de los modelos culturales que se
ofrecen y de los incesantes progresos sociales a los que serian inevitablemente
expuestos si estos miembros decidieran abandonarlas. Estas instituciones
protegen a sus integrantes a través de la vergüenza, del ataque de los depredadores
que toman forma de los constantes cambios científicos, culturales y sociales.
Padecer vergüenza, humillación, sentirse rechazado, no
querido…podría dar lugar a la aparición de la venganza, del odio. Pero… ¿este
odio de donde nace? Y aún más preocupante, ¿como lo tratamos?
En próximas ediciones de Girosalut indagaremos sobre el
odio y la ira, siempre tan presente en nosotros y a la vez tan peligrosamente
ignorado.
Carles Frigola es psiquiatra y psicoanalista. Médico orgonomista.
Carles Frigola es psiquiatra y psicoanalista. Médico orgonomista.
Eva Moya es diplomada en magisterio. Postgrado en comunicación.
Para ampliar información en otros temas podéis consultar: www.wilhelm-reich.org
y el blog; www.compartir-wilhelmreich.blogspot.com