Compartimos esta Editorial que fue publicado en la revista Sciencies Orgonomiques 1r Année nº2 - 1986 por el Dr. G. Cammarella, que nos dejó recientemente. Sirva esta entrada como un recordatorio a su memoria.
EDITORIAL
Dr. G. Cammarella
Si los extremos en el
comportamiento constituyen un criterio de enfermedad, entonces el planeta
tierra está gravemente enfermo. Se comporta de manera caótica y extremista: la
atmosfera terrestre salta de un extremo a otro, de la sequia prolongada a las
inundaciones catastróficas; la economía terrestre por un lado lleva a la
superproducción y por el otro obliga a poblaciones enteras a morir de hambre,
la socio-política terrestre es una sucesión de ilusiones místicas de redención (ascetismo)
y de ilusiones materialistas de revolución (terrorismo).
La humanidad parece estar animada
con las mejores intenciones para combatir estos males que la afligen. Instituye
comisiones de estudio y de control para la eliminación de las lluvias ácidas y
del cáncer; da ayuda a los agricultores cuya producción es excesiva o
insuficiente (a condición de que
destruyan una parte de su recolección o de su ganado); recogida de ayudas para
el Tercer Mundo hambriento, organización de marchas por la paz y declara su
“indignación” delante de los actos de terrorismo.
Po supuesto en el futuro
inmediato es muy importante buscar de disminuir la polución atmosférica, el
hambre o el extremismo político. Pero, en esencia, nada cambia. No parece que
en nuestros días la situación de la humanidad sea tan diferente de la que era
hace unos miles de años. El único hecho nuevo es, posiblemente, la polución que
ensucia nuestra atmosfera, una gran parte de la corteza terrestre y nuestros mares. En cuanto al resto, tanto hoy
como ayer, las guerras, las enfermedades, las intrigas políticas, los abusos
económicos son los mismos, a excepción de los matices.
Hay algunos que están convencidos
de que la humanidad está en proceso de evolucionar, que incluso está en un
rápido progreso, pero quedan bloqueados cuando repentinamente pasa algo
aberrante que les hace gritar “¡Vuelta a la barbarie!”. Otros creen que los
males que golpean a la sociedad son inevitables en vista a que el hombre es
supuestamente concebido en el pecado y que, en consecuencia, el mal está en él,
es parte de su naturaleza perversa desde el origen.
Otros, además, entrevén una
solución a los males terrestres en la conquista de otros planetas, de otros
“espacios vitales”. En cuanto a la población general, vive su rutina cotidiana
y espera del erudito, del zahorí o del chaman las respuestas a las diversas
tribulaciones y calamidades que le afligen
periódica o regularmente.
El mal social endémico o epidémico,
generalizado sobre todo el planeta, ¿es verdaderamente inevitable? ¿hereditario?
o ¿es solamente el reflejo de una humanidad profundamente enferma? El conflicto
insoluble después de milenios ente cultura y naturaleza, hombre y entorno,
hombre y sociedad ¿no es más bien el resultado de una disociación profunda y
permanente del hombre con el mismo y con la naturaleza que le rodea? Con este
progreso del que estamos tan orgullosos, ¿está el hombre en armonía con la
naturaleza? ¿respeta sus leyes? ¿vive en concierto con ella?
Cuando el hombre-médico se viste
de blanco y se pone los guantes para tomar un ovulo de una mujer o de una vaca
a fin de que sea fecundado “in vitro” por el esperma de un hombre o de un toro (esperma
obtenido artificialmente por medio de la masturbación), ¿el hombre-médico
obedece a las leyes naturales? Cuando el hombre- sacerdote- mago circuncida a
un niño o extirpa el clítoris a millones
de mujeres ¿respeta la pulsación biológica del ser humano? Cuando el
hombre-enfermero separa al recién nacido de su madre para abandonarlo a la
soledad del “nido” ¿respeta las exigencias vitales del niño y de la madre?
Cuando el hombre- pediatra impone la lactancia a unas horas fijas, decide que
el niño no debe de dormir con su madre y debe ser a la primera ocasión vacunado
y se le suministran antibióticos, ¿el hombre-pediatra respeta el sistema
bioplasmático de la criatura viviente? ¿Imponiendo sus dictados piensa en sus
consecuencias futuras?
El hombre sociólogo decreta que
es preferible, parta la socialización del niño, alejarlo lo antes posible de la
madre para llevarlo a la guardería. El hombre-pedagogo- profesor no piensa más
que en hacer seguir a la clase el programa escolar nacional, descuidado de ver
las necesidades emocionales de cada niño, descuidado de ver a los niños
privados de movimiento físico de seis a ocho horas por día, inmovilizados en
una silla para estudiar y hacer sus deberes. E hombre-sociólogo, el hombre-
pedagogo – profesor ¿respetan las exigencias vitales del niño?
Cuando el hombre sociedad reprime
la agresividad, la expresividad y la genitalidad naturales del niño para luego
obligarlo a seguir ritos de usos y costumbres ajenos a su naturaleza, el
hombre-sociedad ¿a qué ley obedece?
Cuando el hombre agricultor
practica el cultivo intensivo sobre millones de hectáreas sin el mínimo
contacto con la tierra que trabaja, pero con la ayuda de máquinas que la violan
y aviones que esparcen toneladas de pesticidas, ¿el hombre-agricultor, a qué
ley obedece? Cuando el hombre-criador-de-ganado-aves enferma a millones de
animales en los establos-campos-de-concentración, les prohíbe cualquier
movimiento, les inflige la luz artificial de forma permanente, los vacuna, los
estrogeniza, los antibiotiza y va tan lejos como para decidir sobre su
sexualidad y su maternidad para acabar matándolos fríamente y sin piedad, ¿el
hombre-criador-de ganado- aves a qué ley natural obedece?
Cuando el hombre-político traza e
impone arbitrariamente fronteras en ciertos puntos del globo, impidiendo así a
las tribus desde siempre nómadas la libre circulación (y en consecuencia
quitándoles toda posibilidad de escapar del desierto que avanza, de la sequia y
del hambre) el hombre-político ¿a qué ley obedece?
El hombre-obrero, clavado a la
cadena de montaje o enterrado en una vivienda pública once meses por año, ¿Se
respeta a sí mismo? ¿respeta su naturaleza?
La humanidad se encontrará
siempre en el circulo vicioso de sus problemas – como un perro que intenta en
vano morderse la cola- si el hombre continúa en buscar a los responsables de
sus males fuera de si mismo, como lo ha hecho desde milenios. Las
responsabilidades se han ido asignando alternativamente a la tribu vecina, al
judío, al cristiano, al comunista, al magrebí, al virus al bacilo, a lo nuclear
o bien al diablo. No habrá solución en tanto que la humanidad no se de cuenta
de que la causa de sus males es justamente la estructura enferma del hombre,
enfermo porque es enemigo de la naturaleza que está en él i alrededor de él.
“Nadie, ni siquiera Dios, puede remplazar una hoja en un árbol una vez que se
ha separado…” y ciertamente es muy difícil de enderezar un árbol torcido.
Pero la humanidad tiene en ella
un potencial maravilloso de creatividad y de belleza que se manifiesta a veces
a través de obras de arte muy
conmovedoras y profundas. Incluso si toda la parte natural y espontánea del
hombre ha sido destruida, queda siempre una pequeña cantidad que se oculta en
lo más profundo de su ser. A fin de no reducir o destruir esta espontaneidad,
el principio-guía a seguir es esforzarse en criar a nuestros hijos según el
ritmo biológico natural que les es propio; no imponerles nuestros esquemas,
nuestros dogmas, nuestros paradigmas irracionales y artificiales. Se trata de
mejorar la calidad de los niños (y no hacerlo una y otra vez, para complacer a
un dictador político o a un panificador económico rojo o negro). Se trata de
mejorar el hummus sobre el cual crece el niño, de proteger su emotividad, de
favorecer su expresividad y su movilidad, de no poner obstáculos a su
genitalidad. Saquémoslos de las cajas de cemento en las que los obligamos a
vivir y sobre todo a nuestros rituales que asolan su naturaleza.
Pero ¿cómo establecer lo que está
de acuerdo con la naturaleza y lo que no lo está? El criterio más valioso es
sin duda la universalidad y la atemporalidad de un concepto o de una ley. No
podemos considerar como natural una ley que ayer era valida pero hoy ya no lo es,
o bien que es validad en occidente, pero no lo es en oriente, buena para el sur,
pero no para el norte. Si una ley no es atemporal ni universal, es que se trata
de una moda o de un artificio socio-cultural.
Todos nosotros, habitantes de
este planeta, hombres, mujeres, niños, somo todos iguales en cuanto a nuestras
emociones primarias si sabemos desembarazarnos de las superestructuras que nos
hemos impuesto y que nos han sido impuestas. Sólo nuestras emociones primarias,
que son fundamentalmente sanas y racionales, pueden construir el camino que
lleva a la humanidad del mañana.
El amor, el trabajo y el
conocimiento
Son las fuentes de nuestra vida.
Deberían también gobernarla.
Wilhelm Reich
( Traducción . Ascensió Martínez )