domingo, 6 de julio de 2014

LA MEDICINA ORGONÓMICA - EL CARÁCTER MELANCÓLICO

Siguiendo con las estructuras del Carácter y los Temperamentos en esta nueva entrada correspondiente al artículo publicado por el Dr. Carles Frigola en el número 29 de la revista bimensual GiroSalut encontrareis la información relacionada con el carácter melancólico.







LA MEDICINA ORGONÓMICA
Las estructuras del Carácter y los Temperamentos
El carácter melancólico

Dr. Carles Frigola

Siguiendo los escritos de Paracelso (1494-1541), el médico más famoso del Renacimiento, describiremos hoy el carácter melancólico. Los caracteres nerviosos- a quienes los médicos antiguos llamaban melancólicos a causa de su tendencia a la melancolía y depresión – se distinguen por el predominio del sistema nervioso sobre otras partes del organismo. Tienen muchos nervios y músculos pero están poco desarrollados; por esta razón estos caracteres tienen más sensibilidad que actividad.

Parece que tiene poca sangre, o al menos, la sangre no circula a flor de piel. Por eso tienen la piel pálida. El sueño es ligero, agitado y poco reparador. Por costumbre trabajan poco, les falta energía muscular, pero se excitan rápidamente: su acción es febril y violenta, gastando la energía por el esfuerzo y en seguida se quedan agotados.

Su rostro es ovalado, porque el desarrollo cerebral ha alargado su frente, mientras que las mandíbulas, reducidas han formado un mentón afilado. Su desgaste físico es considerable, ya que la sangre queda casi estancada en las venas y las arterias. El cuerpo es esbelto y flaco, es como traslúcido. La alimentación de los melancólicos no es ni abundante ni regular.

Las personas con un carácter melancólico inspiran interés a los demás. Son delicados con un porte muy peculiar y con frecuencia son elegantes y saben vestir bien.

Su sensibilidad, menos viva que en carácter sanguíneo es, en cambio, más profunda. Mientras que al menor contratiempo los sanguíneos saltan como leche en ebullición; los melancólicos, por el contrario, parecen calmados e impasibles.

Sin embargo, cuando han recibido alguna impresión emocional, el carácter melancólico se la queda, la internaliza y les llega hasta el corazón y allí es donde se produce la herida. Mientras que el carácter sanguíneo rechaza la injuria como un hierro candente que sacude con rapidez, el carácter melancólico la deja entrar muy adentro, la sujeta con dolor como el de una flecha que penetra.

Su inteligencia es variable como en todos los temperamentos; pero las personas con un carácter melancólico son vivos, agudos y como sus ideas se originan en las profundidades del alma, producen unos pensamientos vigorosos, originales y los reviste de expresiones precisas, enérgicas, que forman toda una unidad.

Pero, por otro lado, el trabajo intelectual es una fatiga para ellos y éste debe interrumpirse con frecuencia. El carácter melancólico tiene un innato sentido por la belleza: le gustan las artes; se instruye y puede sobresalir en ellas.

Si su salud es buena, no le falta corazón; y con frecuencia también lo tiene tierno, delicado y profundo, porque en él las impresiones se arraigan muy adentro. Pero con las emociones sufre más que goza. El carácter melancólico tiene la fantasía que no se le da en proporción de lo que él da a cambio y esta aparente ingratitud le hiere y le molesta en grado sumo. A veces es tímido y no sabe o no puede expresar los que siente: es silencio en que se encierra le es muy doloroso.

El carácter melancólico, por regla general no es muy expansivo: no tiene el corazón en la mano por así decirlo, como lo tiene el carácter sanguíneo, sino muy en el fondo. Se parece a las flores a las que les molesta el menor soplo de frío, entonces se retrae, se oculta y padece en silencio.

Por esta razón puede parecer a los demás como un ser egoísta o introvertido, pero no lo es en absoluto ya que, si la situación lo requiere le puede llevar hasta la abnegación, sobre todo al lado de los enfermos.

La voluntad del carácter melancólico es más bien inconstante que débil, porque está con el nivel de las fuerzas físicas al mínimo. Puede estar deprimido cuando el trabajo le ha agotado o le atormentan los pensamientos interiores. Pero también es fuerte y generoso cuando un rayo de alegría ilumina su espíritu.

El carácter melancólico es variable: es amable, afectuoso, confiado y alegre en los buenos momentos, pero también puede ser sombrío, susceptible, retraído, pesimista y desanimado en horas malas. Su rasgo más llamativo es la inestabilidad: porque su yo se descompone fácilmente. En las fases de fatiga, que son frecuentes, experimenta abatimientos  y tristezas angustiosas.

Ama el bien, y se da cuenta de ello; pero se cree impotente para realizarlo y se deja llevar a una desconfianza en si mismo; ante el esfuerzo excesivo se siente víctima como en el borde de un abismo.

El carácter melancólico exagera sus debilidades físicas, todo malestar le parece como un mal grave y sufre atrozmente con las enfermedades que le crea su imaginación. La desconfianza con los demás acrecienta también la melancolía que sufre. Atribuye a olvidos aparentes, o a palabras triviales, una importancia que no tienen.

Si se apodera de él alguna antipatía infundada, no puede ni ver, ni oír a la persona que es el objeto de ella y puede llegar a ser en ocasiones hasta obsesivo. Estas perturbaciones mentales pueden conducirla hasta la ansiedad, si no consigue a tiempo alguna distracción.

Respecto a los sentimientos no hay peligro para los melancólicos porque casi siempre son sobrios y con frecuencia muy puros. Si llegan a ser conscientes ( durante el proceso terapéutico) que sus depresiones y tristezas no son más  que debilidades del Yo o del Super-yo que es, en su caso, muy severo, están a medio camino de la curación.

En el carácter melancólico hay que evitar las excitaciones fuertes que no hacen más que perjudicarle. Cuando les falta la voluntad para cambiar, este carácter debe esperar con paciencia y con  calma- a veces durante las horas de negra melancolía- a que los acontecimientos vuelvan a su cauce, confiando en los amigos, permitir su apoyo y abrirles el corazón: de esta manera la confianza no tardará en llegar y aclarará las cosas como el alba aclara la noche.

El Dr.Carlos Frigola es psiquiatra, psicoanalista. Premio Pascual y Prats del Colegio de Médicos y de la Agrupación de Ciencias Médicas de Gerona. Dip. Tavistok Clínic y Institute of Human Relations. Londres. Director de la Fundación Wilhelm Reich. Miembro del American College of Orgonomy. Autor de diversos libros. Trabaja en la Clínica de Medicina Orgonómica de Creixell. Borrassá. Tel. 972 50 62 91. www. Wilhelm-reich.org y en el blog: compartir-wilhelmreich.blogspot.com