miércoles, 26 de septiembre de 2018

SENSACIONES, EMOCIONES Y SENTIMIENTOS-EL ODIO

A continuación tenéis el cuarto de una serie de artículos escritos conjuntamente por nuestra compañera Eva Moya y el Dr. Carles Frigola. Este articulo ha sido publicado en el nº 53 de la revista bimensual Girosalut/ nº 08 BarnaSalut.








SENSACIONES, EMOCIONES Y SENTIMIENTOS

EL ODIO


Por Carlos Frigola y Eva Moya



Quizás uno de los sentimientos más primitivos y profundos que experimentamos. Pero ¿cómo se origina y cómo nos afecta?  Y lo más preocupante: porque lo ignora nuestra sociedad encubriéndolo con fachadas sociales nada genuinas de coloreadas variaciones.

Por ejemplo: la ira, el menosprecio, etc. A menudo al final de un conflicto en la hora de recreo se sugiere a los alumnos: “todos hemos de ser amigos”… ¿Ah, sí? ¿Es saludable este consejo…o simplemente políticamente correcto? ¿Cómo nace en nosotros esta aversión y repulsa profunda hacia alguien muy diferente a nosotros o por alguna cosa?, como por ejemplo la olor del tabaco, para los que lo hemos dejado después de mucho esfuerzo.

¿Quién odia más? Mujeres, hombres, niños. De nuevo la diferencia. No olvidemos que el odio está desposeído de género. El odio tampoco es genético como señalaba Nelson Mandela: “nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, origen o su religión”.

Seguidamente nombramos cuatro situaciones en donde el odio no descansa:

En primer lugar, en el caso de niños pequeños (toddlers: 1-2 años): donde aún no pueden expresar la rabia que sienten de manera oral, es decir, antes del habla. A menudo encontramos circunstancias en donde el segmento oral: la barbilla, la boca, la mandíbula, las mejillas y la garganta, descarga energía (libido). Al no tener aún la capacidad de expresar sus sentimientos con palabras aparecen los conocidos mordiscos de la guardería. Es en esta parte del cuerpo (boca) en donde se concentra la rabia. Es de recorrido o de elaboración más breve que el odio. Por lo tanto, se expresa más físicamente, más rápidamente.

El odio, en cambio, necesita más tiempo para construirse. Habita en otro segmento corporal. Más cerca del corazón, “compartiendo” espacio con el amor. “Cuanto más pequeño es el corazón más odio aloja” V. Hugo

Segundo, en una relación de pareja: donde uno de los integrantes, independientemente de su género, tiene un carácter más autoritario dejando poco o nada que negociar a la otra parte. Obligando durante años a ceder constantemente a la misma persona. En el lenguaje vernáculo, diríamos que la persona más sumisa de la pareja, “mete en cintura”, sometiéndose a una imposición a regañadientes (en contra del Self) acumulando un sufrimiento de humillación, de angustia, etc.

Estas relaciones de dominio-sumisión, siempre inmaduras e infantiles, desembocan en un sentimiento de odio profundo a nivel inconsciente de la persona sumisa hacia la persona dominante o autoritaria; el sentimiento de odio es disimulado en la superficie.

En tercer lugar, el caso del odio envidioso y los celos: aparece odio fruto de una experiencia vivida desde la confusión con el objeto. Odio hacia un amigo, hacia el trabajo, hacia el cónyuge, hacia un hermano pequeño que acaba de aparecer en la tranquila y egocéntrica vida del hijo primogénito.

En cuarto lugar, situaciones de depresión: recordamos que una de las diferencias entre los que padecen un duelo normal y los deprimidos es que estos últimos guardan un odio hacia sus seres queridos que ya no están (P. Roth). Un odio que nace de la confusión de creer que la persona que ya no está o te ha abandonado te pertenece, que no tiene vida propia.

Encontramos el odio entonces, invadiendo el segmento torácico: los pectorales, el trapecio, el romboide, los escapulares, los músculos intercostales, pulmones y corazón. Instalado de forma profunda para quedarse…”congelada” al menos durante un tiempo. ¿Qué tienen en común las situaciones previamente descritas que provocan el sentimiento de odio y la agresividad?

“Encontramos el odio en el segmento torácico: los pectorales, el trapecio, el romboide, los escapulares, los músculos intercostales, pulmones y corazón”

La diferencia. En esta diferencia, lucha delos instintos que cada persona libra en su interior, se va acumulando la agresividad. Ahora ya sabemos que esta libido apilada se descarga de una forma y otra. No se puede postergar ad vitam pues engendraría aún más sentimiento de odio.

¿Cómo modificamos este sentimiento tan arraigado por otro más ligero y sano? Con diálogo. Discutiendo, analizando para fragmentar. Dividiendo la mente en partes emocionales más simple. Más sencillas, para llegar a entender la situación. Conversando con uno mismo, con la ora parte o otras partes y con paciencia.

Esto amplía nuestro umbral de tolerancia a la diferencia. Si el odio se construye durante años, ha de existir pues un diálogo largo y profundo para derrocarlo. Desmenuzar el odio hará brotar durante la larga etapa de deconstrucción de la mente toda una serie de inevitables emociones nada agradables  a las que habremos de encarar.

Como apunta el Dr. J. Steiner nos sentiremos: “ perturbados, sensibles, vulnerables, desconcertados, incómodos, cansados, inadecuados, incorrectos, desfigurados, postergados, degradados, avergonzados, subestimados, difamados, desacreditados, deshonrados, humillados…”

Quizás tendríamos que aspirar a una sociedad que pueda coexistir con la pulsión de muerte (Freud). Dar salida de alguna manera a la agresividad sana, a nuestra “parte animal” que genera conflicto en lo social no sólo negarlo o controlarlo sistemáticamente. Tener la oportunidad de poder descargar el exceso de energía en lugares controlados, como durante la práctica de una actividad deportiva. Más correcto seria trabajarlo psicoanalíticamente (W.Reich). Estudiar por qué esta parte animal-agresiva pero sana rompe la armonía. Cuestionar los valores, probablemente obsoletos, que cuadriculan de forma sagaz nuestro tejido social. Que aún decretan nuestra forma de vivir.

El delito de odio esta castigado en el Código Penal, igual que el fomento de la violencia entre grupos o personas por motivos de etnia, racistas, ideológicos o religiosos. Por otra parte, sentir odio y expresarlo de una forma pacífica y creativa como las narices rojas de los payasos o los gags humorísticos y las letras de las canciones de los raperos no tendrían que ser considerados un delito. Aquí entraríamos en el campo de la psicopolítica y la utilización partidista del odio para fines electorales.

En próximas ediciones de Girosalut_Barnasalut seguiremos nuestro camino observando los sentimientos humanos para entenderlos. Para poder ordenarlos y explicarlos mejor. En el siguiente número hablaremos del deseo de aquello que tiene otro: la envidia.


Carles Frigola es psiquiatra y psicoanalista. Médico orgonomista.

Eva Moya es diplomada en magisterio. Postgrado en comunicación.

Para ampliar información en otros temas podéis consultar:

 www.wilhelm-reich.org 







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