SENSACIONES, EMOCIONES Y SENTIMIENTOS
EL ODIO
Por Carlos Frigola y Eva Moya
Quizás uno de los sentimientos
más primitivos y profundos que experimentamos. Pero ¿cómo se origina y cómo nos
afecta? Y lo más preocupante: porque lo
ignora nuestra sociedad encubriéndolo con fachadas sociales nada genuinas de
coloreadas variaciones.
Por ejemplo: la ira, el
menosprecio, etc. A menudo al final de un conflicto en la hora de recreo se
sugiere a los alumnos: “todos hemos de ser amigos”… ¿Ah, sí? ¿Es saludable este
consejo…o simplemente políticamente correcto? ¿Cómo nace en nosotros esta
aversión y repulsa profunda hacia alguien muy diferente a nosotros o por alguna
cosa?, como por ejemplo la olor del tabaco, para los que lo hemos dejado después
de mucho esfuerzo.
¿Quién odia más? Mujeres,
hombres, niños. De nuevo la diferencia. No olvidemos que el odio está desposeído
de género. El odio tampoco es genético como señalaba Nelson Mandela: “nadie
nace odiando a otra persona por el color de su piel, origen o su religión”.
Seguidamente nombramos cuatro
situaciones en donde el odio no descansa:
En primer lugar, en el caso de
niños pequeños (toddlers: 1-2 años): donde aún no pueden expresar la rabia que
sienten de manera oral, es decir, antes del habla. A menudo encontramos
circunstancias en donde el segmento oral: la barbilla, la boca, la mandíbula,
las mejillas y la garganta, descarga energía (libido). Al no tener aún la
capacidad de expresar sus sentimientos con palabras aparecen los conocidos
mordiscos de la guardería. Es en esta parte del cuerpo (boca) en donde se
concentra la rabia. Es de recorrido o de elaboración más breve que el odio. Por
lo tanto, se expresa más físicamente, más rápidamente.
El odio, en cambio, necesita más
tiempo para construirse. Habita en otro segmento corporal. Más cerca del
corazón, “compartiendo” espacio con el amor. “Cuanto más pequeño es el corazón
más odio aloja” V. Hugo
Segundo, en una relación de
pareja: donde uno de los integrantes, independientemente de su género, tiene un
carácter más autoritario dejando poco o nada que negociar a la otra parte.
Obligando durante años a ceder constantemente a la misma persona. En el
lenguaje vernáculo, diríamos que la persona más sumisa de la pareja, “mete en
cintura”, sometiéndose a una imposición a regañadientes (en contra del Self)
acumulando un sufrimiento de humillación, de angustia, etc.
Estas relaciones de
dominio-sumisión, siempre inmaduras e infantiles, desembocan en un sentimiento
de odio profundo a nivel inconsciente de la persona sumisa hacia la persona
dominante o autoritaria; el sentimiento de odio es disimulado en la superficie.
En tercer lugar, el caso del odio
envidioso y los celos: aparece odio fruto de una experiencia vivida desde la
confusión con el objeto. Odio hacia un amigo, hacia el trabajo, hacia el cónyuge,
hacia un hermano pequeño que acaba de aparecer en la tranquila y egocéntrica
vida del hijo primogénito.
En cuarto lugar, situaciones de
depresión: recordamos que una de las diferencias entre los que padecen un duelo
normal y los deprimidos es que estos últimos guardan un odio hacia sus seres
queridos que ya no están (P. Roth). Un odio que nace de la confusión de creer
que la persona que ya no está o te ha abandonado te pertenece, que no tiene
vida propia.
Encontramos el odio entonces,
invadiendo el segmento torácico: los pectorales, el trapecio, el romboide, los
escapulares, los músculos intercostales, pulmones y corazón. Instalado de forma
profunda para quedarse…”congelada” al menos durante un tiempo. ¿Qué tienen en
común las situaciones previamente descritas que provocan el sentimiento de odio
y la agresividad?
“Encontramos el odio en el
segmento torácico: los pectorales, el trapecio, el romboide, los escapulares,
los músculos intercostales, pulmones y corazón”
La diferencia. En esta diferencia,
lucha delos instintos que cada persona libra en su interior, se va acumulando
la agresividad. Ahora ya sabemos que esta libido apilada se descarga de una
forma y otra. No se puede postergar ad
vitam pues engendraría aún más sentimiento de odio.
¿Cómo modificamos este
sentimiento tan arraigado por otro más ligero y sano? Con diálogo. Discutiendo,
analizando para fragmentar. Dividiendo la mente en partes emocionales más
simple. Más sencillas, para llegar a entender la situación. Conversando con uno
mismo, con la ora parte o otras partes y con paciencia.
Esto amplía nuestro umbral de
tolerancia a la diferencia. Si el odio se construye durante años, ha de existir
pues un diálogo largo y profundo para derrocarlo. Desmenuzar el odio hará
brotar durante la larga etapa de deconstrucción de la mente toda una serie de inevitables
emociones nada agradables a las que
habremos de encarar.
Como apunta el Dr. J. Steiner nos
sentiremos: “ perturbados, sensibles, vulnerables, desconcertados, incómodos,
cansados, inadecuados, incorrectos, desfigurados, postergados, degradados, avergonzados,
subestimados, difamados, desacreditados, deshonrados, humillados…”
Quizás tendríamos que aspirar a
una sociedad que pueda coexistir con la pulsión de muerte (Freud). Dar salida
de alguna manera a la agresividad sana, a nuestra “parte animal” que genera
conflicto en lo social no sólo negarlo o controlarlo sistemáticamente. Tener la
oportunidad de poder descargar el exceso de energía en lugares controlados,
como durante la práctica de una actividad deportiva. Más correcto seria
trabajarlo psicoanalíticamente (W.Reich). Estudiar por qué esta parte animal-agresiva
pero sana rompe la armonía. Cuestionar los valores, probablemente obsoletos,
que cuadriculan de forma sagaz nuestro tejido social. Que aún decretan nuestra
forma de vivir.
El delito de odio esta castigado
en el Código Penal, igual que el fomento de la violencia entre grupos o
personas por motivos de etnia, racistas, ideológicos o religiosos. Por otra
parte, sentir odio y expresarlo de una forma pacífica y creativa como las
narices rojas de los payasos o los gags humorísticos y las letras de las
canciones de los raperos no tendrían que ser considerados un delito. Aquí entraríamos
en el campo de la psicopolítica y la utilización partidista del odio para fines
electorales.
En próximas ediciones de
Girosalut_Barnasalut seguiremos nuestro camino observando los sentimientos
humanos para entenderlos. Para poder ordenarlos y explicarlos mejor. En el
siguiente número hablaremos del deseo de aquello que tiene otro: la envidia.
Carles Frigola es psiquiatra y psicoanalista. Médico orgonomista.
Eva Moya es diplomada en magisterio. Postgrado en comunicación.
y el blog; www.compartir-wilhelmreich.blogspot.com
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