SENSACIONES,
EMOCIONES Y SENTIMIENTOS
LA ENVIDIA
Por Carlos Frigola y
Eva Moya
Siguiendo con la serie de
artículos dedicados a los sentimientos y las emociones humanas, hoy hablaremos
de la envidia.
Definiríamos la envidia como una forma de ataque y odio, entre
otras formas de ataque existentes, que nace en un estado mental fantasioso. En
esta fantasía nace un sentimiento destructivo que nos impulsa a atacar a un
objeto: vecino, compañero de trabajo, hermano, etc. Hay que subrayar que esta
agresión es diferente de la que se puede sentir hacia un rival. Esta agresión
destructiva puede tener la forma violenta de posesión y control.
M. Klein describe la envidia como
un ataque destructivo a un objeto bueno, no al objeto malo. Su postura sostiene
que es de origen innato, de nuevo, sin género. Un instinto de arruinar a una
persona precisamente por su bondad. De intenciones hostiles hacia un sujeto,
expresado desde su fantasía, desde un estado mental de confusión y conflicto.
Parece ser que esta fantasía agresiva es innata. O bien, se da en la primera
infancia en donde el primer objeto envidiado, por tanto, que se quiere destruir
es el pecho de la madre por las frustraciones recibidas.
Es una sensación de confusión
entre aquello que es bueno y no lo es; en uno mismo y en el mundo externo más
cercano. Recordemos que existe confusión cuando no hay la suficiente distancia
entre el yo y el objeto.
Por ejemplo en el enamoramiento
fácilmente nos podemos confundir con la otra persona. Klein mantiene que la
envidia llega como un obstáculo mayor en el desarrollo de un carácter sano.
Es importante no olvidar que
innato no quiere decir inmodificable pues en el curso del desarrollo del niño
la modifica suficientemente como para tener una psique de evolución normal.
Por otra parte J.Steiner sostiene
que el bien no puede existir de forma aislada. De aquí la ambivalencia en los
objetos, que son buenos y malos a la vez. Establece un vínculo entre los
objetos que son más difíciles de tolerar, los cuales a pesar de sus cualidades
positivas son vivenciados como humillantes, con la aparición de sentimientos de
inferioridad. No tolera la bondad del objeto. Esta singular forma de vivir un
hecho positivo de forma angustiosa y dolorosa es debido a viejas experiencias
siempre a nivel inconsciente. La angustia aparece cuando el sujeto se siente
más confortable dando que recibiendo.
Bion propone que el vínculo entre
objetos es aquello envidiado. Poe ejemplo: la envidia de un niño pequeño
mirando a su madre con un nuevo niño es fácil de reconocerlo.
Es importante no olvidar que innato no
quiere decir inmodificable
La envidia también provoca las identificaciones proyectivas:
creer que las cualidades de otra persona son las propias. De nuevo fruto de la
confusión. A nivel inconsciente es “claro”. Actúa la tendencia a establecer
relaciones hostiles con un objeto bueno. Atacar a quien da satisfacción. Esto
es debido a vivir en un estado mental infantil y confusional. A creerse
omnipotente idealizándose uno mismo.
La envidia no tiene fin. Se podría describir como un
sentimiento de insatisfacción eterna. Una voracidad que puede tener como
consecuencia una acumulación de objetos echados a perder, experiencias
negativas, frustrantes. Provocando más gana y ansia de apoderarse de un nuevo
objeto bueno para calmar la angustia interna que no para de empeorar.
¿Qué no es la envidia? Cuando los otros nos copian actitudes
nuestras de una manera repetida y sistemática. Por ejemplo: comprar una
bicicleta, unos zapatos, un vestido prácticamente idéntico.
¿ De qué depende que envidiemos unos objetos o otros? ¿Por
qué uno llega a envidiar? La vergüenza y la envidia se originan en las
comparaciones. La envidia es producida por un sentimiento vergonzoso de
inferioridad. Parece que la superioridad y la inferioridad vienen a ser los
temas importantes. Son los elementos de una lucha competitiva infantil.
¿Cómo deconstruir
esta fantasía llamada envidia? En primer lugar es necesario discriminar entre
estados psíquicos buenos y malos. Realizando esta separación sin un odio
excesivo. Si el odio es excesivo hace que se prolongue el estado confusional.
Si el niño no puede salvar de ataques al objeto bueno, no tendrá una
experiencia positiva de aquel objeto y no lo podrá introyectar adecuadamente,
es decir, no tendrá un buen referente para futuras situaciones. No podrá tener
el orden interno necesario para sus nuevas experiencias.
Los elementos de la envidia pueden ser modulados poco a poco
pasando por diferentes espectros de intensidad. Como por ejemplo, un estado
persecutorio, llegando a los celos incontrolables. Esto deja lugar a la
admiración por la misma persona por la que sentimos celos e inferioridad, hasta
finalmente, desembocar en un estado de competencia más franca y sana en la
persona envidiada en un principio.
¿Es sano negarse la envidia a uno mismo? Quizás nos
ayudaría, siempre desde la separación del objeto, la cual nos permite
confrontar mejor la realidad, aceptarla como algo que ha de ser tolerado y poder vivir. Acogerla
como una forma de hacer frente a nuestros verdaderos deseos. Reflexionar sobre
aquello que uno envidia. Aquello que se desea lleva a una situación incómoda. Demandando energía y gran
determinación. Hay que saber “sólo” si uno mismo está dispuesto a hacer este
dantesco esfuerzo a cambio de construir el propio yo. ¿ Existe mayor recompensa
o un final más satisfactorio?
Carles Frigola es psiquiatra y psicoanalista. Médico orgonomista.
Eva Moya es diplomada en magisterio. Postgrado en comunicación.
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