( Continuación . . . )
El trabajo y el individuo
Todos los organismos vivientes
deben realizar esfuerzos para estar vivos. Cada organismo, de una manera que
depende de sus características biológicas, debe obtener el sustento para su
crecimiento y para su reproducción y debe evitar los daños físicos causados por
el entorno y los predadores. En animales distintos al hombre, el organismo ejerce
una acción para satisfacer estas necesidades y estos deseos sin aparentemente
sentir el peso, y sin tener pensamientos tales como “ahora tengo que ir a
trabajar”. No recibe mensajes divinos diciéndole que espere a la providencia, y
sin siquiera pensar en sobrevivir. Una leona en la sabana no parece sufrir las
dificultades de la caza. No se sienta en una esquina esperando a que alguien le
venga a traer su alimento. Ella no se vuelve una activista política enarbolando
su derecho natural de tener lo que ella quiere sin tener que trabajar para
obtenerlo. La leona tiene un enfoque muy sencillo: cuando tiene hambre, va a
cazar, atrapa su presa y se la come.
El hombre acorazado observa a la
leona y concluye que una ausencia tal de conflicto es simplemente debida al
hecho de que la leona “ama naturalmente el trabajo”. Piensa que los problemas
de la humanidad bis-a-bis del trabajo desaparecerían si los humanos no
estuvieran forzados de hacer cosas que no aman y si ellos no estuvieran tan
atados a los bienes materiales. Uno se puede interrogar delante de tales
conclusiones: la leona no caza únicamente por el placer de cazar; si este fuera
el caso, la llanura del Serengueti estaría plagada de carcasas de animales
muertos pudriéndose al sol.
Uno está sorprendido de ver que la “función del trabajo” de la leona no
solamente responde a las necesidades vitales (contacto), sino que está también
basada en las leyes naturales (autorregulación): cuando su hambre esta saciada,
para de cazar. Parece que el contacto agradable de la leona con el producto de
sus esfuerzos es una parte vital de su función del trabajo. Por el contrario,
en nuestra sociedad el placer que puede procurar el producto del trabajo no es
una parte integrante de la función del trabajo, hasta un punto tal que incluso
los sociólogos ignoran completamente este factor (placer). El placer que
procura el trabajo es considerado como un mal que debe ser eliminado y
reemplazado por el puro placer del esfuerzo de
trabajo. Nosotros podríamos superar nuestra fijación a los bienes
materiales- declara el economista de orientación mística- si amaramos más el trabajo. Es una aberración salida de la
ignorancia y del miedo al placer: el escultor que ama esculpir un florero está
profundamente entristecido por su pérdida, se apega al producto de su trabajo tanto
como a su placer de la actividad del trabajo. Se pretende también que el apego a los productos del trabajo es un
hecho de la cultura, aunque pocas personas osarían confirmar una teoría tal
aproximándose a una leona para cogerle su comida o pasar su mano en una colmena
para retirar la miel. Se supone que incluso una ameba seria irritada si un
científico fijara una partícula de alimento a una micro pipeta y alejara el
alimento cada vez que la ameba probara de asimilarlo.
La negación de la importancia del
producto del trabajo y la afirmación de la existencia de un instinto de
supervivencia evitan reconocer cuales son las funciones bioenergéticas
asociadas al trabajo. El trabajo tiene su origen en la tensión bioenergética
que el organismo percibe como sensaciones de querer, de deseo o de incomodidad;
la actividad del trabajo físico sigue y, finalmente, el contacto se establece
con el producto del trabajo, lo que produce el relajamiento de la tensión
sentida como una gratificación agradable. Esto como indica Reich (1), es la fórmula del orgasmo en cuatro tiempos
que esta en la base del trabajo. El contacto con el producto del trabajo guía
al organismo de forma funcional hacia más actividad del trabajo o hacia una
actividad diferente. Un contacto tal explica porque el trabajo no acorazado es
autorregulado.
El reconocimiento del rol vital
de la relación trabajador/ producto del trabajo permite comprender enseguida el
punto débil del trabajo acorazado (compulsivo). No podemos agarrar este punto
débil si nos aferramos a conceptos económicos tales como la “no utilidad del
trabajo” o a teorías sociológicas tales
como la “lucha de clases espontánea”, o las creencias místicas en el placer
intrínseco de la actividad del trabajo.
Cuando el trabajo no esta unido a
las sensaciones de necesidad o de deseo de un producto resultante, se siente
como carente de sentido. Cuando el trabajo no da como resultado un producto del
trabajo, o cuando el contacto entre el trabajador y el producto del trabajo
está perturbado por factores exteriores, la experiencia del trabajo es irritante
y frustrante. Cuando el acorazamiento deforma la percepción de necesidad y de
deseo o cuando bloquea el alivio de la tensión, el trabajo se convierte en
irracional.
Las tentativas de comprender el
trabajo en términos mecanicistas esconden la verdadera naturaleza de la función
del trabajo: el trabajo basado sobre la autorregulación, el trabajo que procura
sentimientos de logro, de placer, de orgullo y de fuerza. Por oposición,
reconocer que el trabajo esta basado en procesos bioenergéticos hace posible una aplicación directa de los
principios orgonómicos en el estudio del trabajo. Permite también una
compresión mejor del lugar del trabajo en la sociedad.
Trabajo autorregulado e intercambio espontáneo
El placer de los resultados del
trabajo de un individuo se puede aumentar donando, compartiendo e
intercambiando los productos con otra persona. Lo podemos ver en la
satisfacción experimentada por un padre cuando él provee comida y abrigo para
su hijo, en el placer de compartir una botella de vino con su amada, o durante
una fiesta en casa de sus amigos.
No es de extrañar el constatar
que las personas prefieren asociarse en lugar de ir al bosque para llevar una
vida solitaria, por más agradable que fuera, a la manera de Henri David
Thoreau. En compañía de otras personas el placer que proporciona el producto
del trabajo así compartido, aumenta.
Si la naturaleza de una sociedad
es tal que los individuos no pueden disfrutar de la expresión completa de la
relación trabajador/ producto del trabajo, entonces el placer y la satisfacción
derivadas del trabajo están muy disminuidas. Así, la primera tarea de la
economía funcional debe ser examinar atentamente el intercambio autorregulado de
los productos del trabajo. Esto proporcionara una imagen clara de lo que se
necesitará para proteger la función del trabajo sin considerar un orden social
utópico. Esto permitirá a la economía concentrarse sobre la protección de la
salud antes que en hacer la vida acorazada más tolerable.
El producto del trabajo es
dado o transferido a otra persona sea
porque obtiene placer al hacerlo circular, sea porque guardar su producto
conllevaría consecuencias adversas para su economía. Así las transferencias de los
productos del trabajo pueden ser motivadas por: 1) El deseo de las dos partes interesadas
(intercambio voluntario); 2) contra los
deseos de uno de los dos individuos (transferencia coercitiva)
El intercambio voluntario es un
sistema de autorregulación. Normalmente da como resultado un aumento extenso y
bilateral de satisfacción agradable. Alienta la utilización eficaz y
responsable de los resultados del trabajo y del esfuerzo del trabajo sin que
ser sea perturbado.
Al contrario, la transferencia
coercitiva de los productos del trabajo es incompatible con la autorregulación.
El uso de la fuerza y la amenaza elimina del trabajo todo placer y ya no tiene
una conexión cercana con las necesidades experimentadas implicadas en la
transferencia. La transferencia coercitiva no produce un aumento de la
satisfacción sino al contrario, conduce a la contracción y a la inmovilización
de la función del trabajo y al acorazamiento.
Parece haber pocas dudas de que
el intercambio voluntario es preferible a la transferencia coercitiva. Una
conclusión así no es ni moralista, ni ideológica sino una simple constatación
de que el intercambio voluntario es la forma de interacción humana más consistente
con el respeto del placer y de la autorregulación
(salud)
( continúa )
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