jueves, 5 de marzo de 2020

LA ECONOMIA DESDE EL PUNTO DE VISTA FUNCIONAL ( II )

La siguiente entrada es la continuación de la que editamos en  blog el día 19 de febrero de 2020.  Es la traducción articulo ( en francés)   que se publicó en la revista de Sciences Orgonomiques el año 1989. 4rt. Année nº 15/16. L'économie considérée du point de vue fonctionel.




( Continuación . . . )


El trabajo y el individuo

Todos los organismos vivientes deben realizar esfuerzos para estar vivos. Cada organismo, de una manera que depende de sus características biológicas, debe obtener el sustento para su crecimiento y para su reproducción y debe evitar los daños físicos causados por el entorno y los predadores. En animales distintos al hombre, el organismo ejerce una acción para satisfacer estas necesidades y estos deseos sin aparentemente sentir el peso, y sin tener pensamientos tales como “ahora tengo que ir a trabajar”. No recibe mensajes divinos diciéndole que espere a la providencia, y sin siquiera pensar en sobrevivir. Una leona en la sabana no parece sufrir las dificultades de la caza. No se sienta en una esquina esperando a que alguien le venga a traer su alimento. Ella no se vuelve una activista política enarbolando su derecho natural de tener lo que ella quiere sin tener que trabajar para obtenerlo. La leona tiene un enfoque muy sencillo: cuando tiene hambre, va a cazar, atrapa su presa y se la come.

El hombre acorazado observa a la leona y concluye que una ausencia tal de conflicto es simplemente debida al hecho de que la leona “ama naturalmente el trabajo”. Piensa que los problemas de la humanidad bis-a-bis del trabajo desaparecerían si los humanos no estuvieran forzados de hacer cosas que no aman y si ellos no estuvieran tan atados a los bienes materiales. Uno se puede interrogar delante de tales conclusiones: la leona no caza únicamente por el placer de cazar; si este fuera el caso, la llanura del Serengueti estaría plagada de carcasas de animales muertos pudriéndose al sol.

 Uno está sorprendido de ver  que la “función del trabajo” de la leona no solamente responde a las necesidades vitales (contacto), sino que está también basada en las leyes naturales (autorregulación): cuando su hambre esta saciada, para de cazar. Parece que el contacto agradable de la leona con el producto de sus esfuerzos es una parte vital de su función del trabajo. Por el contrario, en nuestra sociedad el placer que puede procurar el producto del trabajo no es una parte integrante de la función del trabajo, hasta un punto tal que incluso los sociólogos ignoran completamente este factor (placer). El placer que procura el trabajo es considerado como un mal que debe ser eliminado y reemplazado por el puro placer del esfuerzo de  trabajo. Nosotros podríamos superar nuestra fijación a los bienes materiales- declara el economista de orientación mística- si amaramos  más el trabajo. Es una aberración salida de la ignorancia y del miedo al placer: el escultor que ama esculpir un florero está profundamente entristecido por su pérdida, se apega al producto de su trabajo tanto como a su placer de la actividad del trabajo. Se pretende también  que el apego a los productos del trabajo es un hecho de la cultura, aunque pocas personas osarían confirmar una teoría tal aproximándose a una leona para cogerle su comida o pasar su mano en una colmena para retirar la miel. Se supone que incluso una ameba seria irritada si un científico fijara una partícula de alimento a una micro pipeta y alejara el alimento cada vez que la ameba probara de asimilarlo.

La negación de la importancia del producto del trabajo y la afirmación de la existencia de un instinto de supervivencia evitan reconocer cuales son las funciones bioenergéticas asociadas al trabajo. El trabajo tiene su origen en la tensión bioenergética que el organismo percibe como sensaciones de querer, de deseo o de incomodidad; la actividad del trabajo físico sigue y, finalmente, el contacto se establece con el producto del trabajo, lo que produce el relajamiento de la tensión sentida como una gratificación agradable. Esto como indica Reich  (1), es la fórmula del orgasmo en cuatro tiempos que esta en la base del trabajo. El contacto con el producto del trabajo guía al organismo de forma funcional hacia más actividad del trabajo o hacia una actividad diferente. Un contacto tal explica porque el trabajo no acorazado es autorregulado.

El reconocimiento del rol vital de la relación trabajador/ producto del trabajo permite comprender enseguida el punto débil del trabajo acorazado (compulsivo). No podemos agarrar este punto débil si nos aferramos a conceptos económicos tales como la “no utilidad del trabajo” o  a teorías sociológicas tales como la “lucha de clases espontánea”, o las creencias místicas en el placer intrínseco de la actividad del trabajo.

Cuando el trabajo no esta unido a las sensaciones de necesidad o de deseo de un producto resultante, se siente como carente de sentido. Cuando el trabajo no da como resultado un producto del trabajo, o cuando el contacto entre el trabajador y el producto del trabajo está perturbado por factores exteriores, la experiencia del trabajo es irritante y frustrante. Cuando el acorazamiento deforma la percepción de necesidad y de deseo o cuando bloquea el alivio de la tensión, el trabajo se convierte en irracional.

Las tentativas de comprender el trabajo en términos mecanicistas esconden la verdadera naturaleza de la función del trabajo: el trabajo basado sobre la autorregulación, el trabajo que procura sentimientos de logro, de placer, de orgullo y de fuerza. Por oposición, reconocer que el trabajo esta basado en procesos bioenergéticos  hace posible una aplicación directa de los principios orgonómicos en el estudio del trabajo. Permite también una compresión mejor del lugar del trabajo en la sociedad.

 

 

Trabajo autorregulado e intercambio espontáneo

El placer de los resultados del trabajo de un individuo se puede aumentar donando, compartiendo e intercambiando los productos con otra persona. Lo podemos ver en la satisfacción experimentada por un padre cuando él provee comida y abrigo para su hijo, en el placer de compartir una botella de vino con su amada, o durante una fiesta en casa de sus amigos.

No es de extrañar el constatar que las personas prefieren asociarse en lugar de ir al bosque para llevar una vida solitaria, por más agradable que fuera, a la manera de Henri David Thoreau. En compañía de otras personas el placer que proporciona el producto del trabajo así compartido, aumenta.

Si la naturaleza de una sociedad es tal que los individuos no pueden disfrutar de la expresión completa de la relación trabajador/ producto del trabajo, entonces el placer y la satisfacción derivadas del trabajo están muy disminuidas. Así, la primera tarea de la economía funcional debe ser examinar atentamente el intercambio autorregulado de los productos del trabajo. Esto proporcionara una imagen clara de lo que se necesitará para proteger la función del trabajo sin considerar un orden social utópico. Esto permitirá a la economía concentrarse sobre la protección de la salud antes que en hacer la vida acorazada más tolerable.

El producto del trabajo es dado  o transferido a otra persona sea porque obtiene placer al hacerlo circular, sea porque guardar su producto conllevaría consecuencias adversas para su economía. Así las transferencias de los productos del trabajo pueden ser motivadas por: 1) El deseo de las dos partes interesadas (intercambio voluntario);  2) contra los deseos de uno de los dos individuos (transferencia coercitiva)

El intercambio voluntario es un sistema de autorregulación. Normalmente da como resultado un aumento extenso y bilateral de satisfacción agradable. Alienta la utilización eficaz y responsable de los resultados del trabajo y del esfuerzo del trabajo sin que ser sea perturbado.

Al contrario, la transferencia coercitiva de los productos del trabajo es incompatible con la autorregulación. El uso de la fuerza y la amenaza elimina del trabajo todo placer y ya no tiene una conexión cercana con las necesidades experimentadas implicadas en la transferencia. La transferencia coercitiva no produce un aumento de la satisfacción sino al contrario, conduce a la contracción y a la inmovilización de la función del trabajo y al acorazamiento.

Parece haber pocas dudas de que el intercambio voluntario es preferible a la transferencia coercitiva. Una conclusión así no es ni moralista, ni ideológica sino una simple constatación de que el intercambio voluntario es la forma de interacción humana más consistente con el respeto del placer y de la autorregulación (salud)
 
( continúa )

 

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