Una vez finalizadas las vacaciones de Pascua, en las que hemos disfrutado de un tiempo primaveral, volvemos a retomar el blog con nuevas energías.
Hoy os presentamos un artículo publicado en la revista Sciencies orgonomiques . 2e Anné nº 7- 1987 del Dr. Giuseppe Cammarella : "L'orgonomie: une sciencie, une façon de vivre" que esperamos que disfruteis.
Pero antes de dar paso al artículo nos gustaría también compartir con vosotros el nacimiento de un nuevo blog. Es el blog personal del Dr. Carles Frigola, que como ya sabeis, con él contrastamos opiniones y despejamos dudas sobre los contenidos de las entradas de este blog.
Os invitamos a visitar su blog: https://cfrigola-psiquiatra.blogspot.com/ y esperamos que también sea de vuestro interés.
Un cordial saludo.
LA ORGONOMIA: UNA CIENCIA, UNA MANERA DE VIVIR*
Doctor Giuseppe Cammarella, Nice
Miembro del Colegio Americano de Orgonomía,
Princeton
Responsable del colegio Americano de Orgonomía en
Europa
*(Adaptación de un texto leído en la 1ª reunión
anual de información sobre la orgonomía que tuvo lugar en Niza el 8 de
septiembre de 1987)
Os voy a hablar hoy de una revolución cultural
pacífica, iniciada aquí hace setenta años, que ya ha modificado y continuará
cambiando de forma radical la imagen y el corazón del hombre en los siglos
venideros.
Acordémonos en los años veinte en Europa
occidental. En esa época, la sociedad parecía congelada: las clases sociales,
el mundo urbano y rural, la relación entre los hombres. Aquí y allá habían
sacudidas, conflictos sociales, incluso guerras sangrientas, pero todo retornaba
al orden puesto que el hombre siempre llegaba a encontrar compensaciones
materiales o metafísicas a su desorden interior.
Esto era completamente normal puesto que él no se conocía,
ya que todo lo que podía encontrar para satisfacerse (las religiones, los
ideales nacionalistas, la acumulación de fortunas) era extraño a su verdadera
naturaleza animal, biológica.
*
Entonces llegó Freud, mostró al hombre que todo lo
que hacía y pensaba no era verdaderamente lo que el creía hacer o pensar.
Demostró que la actividad consciente del hombre, que se reflejaba en lo
cotidiano y en contexto social en el cual vivía, no era más que un pálido
reflejo de su vida interior, profunda y escondida; no era más que la punta
visible de un iceberg.
Sostuvo que la actividad del hombre estaba regida
por una fuerza extraordinaria (a la que llamó líbido) que condiciona cada
actividad, gesto, pensamiento, sueño; era una verdadera fuerza de la
naturaleza. Freud encontró también que en momento que esta líbido se reprime
por las circunstancias exteriores, por las prohibiciones sociales, por los
padres, es decir cuando uno la suprime o la reprime, aparece la enfermedad que
él llamó neurosis.
Su propia estructura caracterial y las circunstancias
exteriores empujaron a Freud a hacer marcha atrás y considerar la líbido como
una simple metáfora, desprovista de todo valor energético.
*
Allá donde el maestro no llegó, llegó el alumno.
Uno de los más brillantes, de los más fascinantes y cuya historia se recordará
como nos acordamos hoy de Galileo o de Leonardo da Vinci. Era el Dr. Wilhelm Reich. Asistente- jefe y más
tarde director de la Policlínica Psicoanalítica de Viena creada por Freud,
director del seminario de técnica psicoanalítica, estaba considerado, con razón,
el sucesor natural de Freud. Sin embargo, Reich fue el único a seguir fiel al
concepto original de la libido de Freud. Cuando este renegó de su teoría, Reich
se vio obligado, a su pesar, a contradecirlo. No porque fuera un rebelde o un
buscador de gloria, sino porque el trabajo clínico de cada día le mostraba cada
vez más la solidez de la teoría energética de Freud. Constató en su clínica y
en su gabinete que toda la miseria emocional del hombre-como él la llamó- no
era más que debida a una sola causa, la negación de esta líbido. Percibió que
los diferentes síntomas de la neurosis o de toda otra enfermedad funcional (es
decir una enfermedad en la cual no había lesión orgánica-anatómica, demostrada
o demostrable), todos los síntomas no eran más que las diferentes facetas de la
supresión de esta energía.
Reich se interesó cada vez más en la forma actual (que
veía ante sus ojos) en la que los enfermos trataban de ocultar esta fuerza
misteriosa. Estaba la seducción de la histérica, la rigidez del compulsivo, también
el comportamiento explosivo del impulsivo. Él los observaba, los
desenmascaraba, demolía todas las defensas para darse cuenta entonces que, en
todos sus enfermos, una vez la coraza caída, había una capa de perversidad, de
maldad, de odio, de destructividad sádica.
Al tiempo y a medida que avanzaba en su trabajo, se dio cuenta de
que una vez que les había sido posible a los enfermos expresarse y desahogarse
en la terapia de todas las pulsiones secundarias- las llamó secundarias porque
sólo eran la deformación de las emociones primarias, sanas y racionales del
hombre- una vez que incluso esta segunda capa había caído, entonces en todos
los enfermos era posible poner al desnudo emociones y sensaciones que fueron
reprimidos y escondidas desde la más tierna infancia, una furia asesina contra
la supresión sufrida, una tristeza infinita por el amor de los padres, perdido,
una nostalgia profunda de un tiempo lejano en el que la felicidad parecía tan sencilla y tan cercana.
Reich se dio cuenta de que todas estas reacciones emocionales estaban
acompañadas de reacciones vegetativas-fisiológicas: sudores, calambres,
palpitaciones, náuseas, espasmos, temblores, clonismos. Cuanto más
fuertes eran estas manifestaciones, más los enfermos avanzaban en la terapia y
en la vida (1). Por lo tanto, concluyó que la liberación gradual de estas
emociones y de estas sensaciones limpiaba toda neurosis existente y permitía al
individuo una vida genital satisfactoria, y de asumir la responsabilidad
de su vida en el día a día (2). Reich llegó a la conclusión de que el hombre y
su fuerza vital, estaban encarcelados en una verdadera ARMADURA que era a la
vez caracterial y somática (3). Esta armadura protege al hombre de los ataques
del mundo exterior (y de las pulsiones interiores) pero al mismo tiempo elimina
del hombre toda espontaneidad y alegría de vivir; está separado del mundo
exterior y de sí mismo.
Demoliendo la coraza, Reich se dio cuenta de que
una cantidad enorme de energía se liberaba. Quiso medirla, puesto que creía que
se trataba de una verdadera energía eléctrica o bio-eléctrica. Una serie de experimentos
le demostró que los diferentes estados emocionales del hombre estaban regidos
por la misma energía. Era la dirección del movimiento de la energía la que
determinaba la cualidad de la emoción o de la sensación. Si la energía se dirigía
hacia la periferia del cuerpo (piel, músculos) entonces la persona sentía
placer o rabia, si se dirigía hacia el centro del organismo entonces era
ansiedad (fig. 1). El oscilógrafo mostraba una desviación positiva mientras la
persona experimentaba placer (fig. 2), por el contrario, la desviación era
negativa cuando la persona estaba alterada. Reich observó que la cantidad de energía
medida por el oscilógrafo era mínima en relación a las fuertes sensaciones
sentidas por las personas sometidas a los experimentos. Existía un cambio muy
fuerte entre la carga registrada (algunos milivoltios solamente) y la emoción
sentida (4).
Reich concluyó que no se trataba de una energía eléctrica, sino de una
energía en ese momento desconocida, quizás la misma energía vital postulada por
BERGSON o por las filosofías indias. Se percató también que una serie repetida
de estímulos negativos condiciona el organismo. Este deviene- por así decirlo-
prudente. Cuanto más se repite el estímulo negativo, más dificultad tiene en
abrirse, es exactamente lo que le pasa a una ameba cuando la pinchamos varias
veces seguidas con una aguja: ella se contrae, se acurruca sobre ella misma.
Para el hombre es lo mismo (fig.4): se trata de una verdadera contracción del
protoplasma.
Siempre más intrigado por esta energía, Reich quiso definirla mejor. Se
dijo para sí, que si un hombre de piedra, es decir acorazado, es capaz de
liberar tal cantidad de energía gracias al “calentamiento” provocado por la
terapia, lo mismo debía ser posible en la naturaleza. Tuvo entonces le idea de
poner, cualquier material orgánico en agua, hacerla hervir y examinarla al
microscopio. ¡Un mundo nuevo e insospechado se abrió ante sus ojos! Había
vesículas por todas partes (“biones” como el los llamó) que zigzagueaban, se
movían danzando, se acercaban luego se alejaban, parecían casi jugar. Utilizó
arena del océano puesto que él pensó que debía contener una enorme cantidad de
energía. No fue decepcionado. Después de haber calentado la arena hasta
incandescencia le fue posible observar al microscopio biones que irradiaban
energía hasta un punto tal, que si depositaba en una lámina una cierta cantidad
y que si el depositaba la lámina enseguida sobre la piel, esta se ponía roja
(fig.5) También su ojo, con el que había mirado al microscopio, fue alcanzado
fuertemente por la radiación biónica hasta el punto que cogió una fuerte
conjuntivitis (5).
Observando los biones, a los que él consideraba ahora como vesículas de energía, Reich observó que
una vez liberados de la masa orgánica o inorgánica, eran capaces- bajo ciertas
condiciones- de reunirse en racimos para finalmente formar protozoarios (fig.6).
(Incluso la biología clásica reconoce la existencia, en todo organismo unicelular,
de lo que llama “vesícula pulsátil” que sería el centro energético del
micro-organismo).
Reich concluyó por lo tanto que estaba tratando con una energía que se encontraba en el hombre y en todo el mundo animal, vegetal y mineral (únicamente, en este último bajo una forma contraída, es decir solidificada). Se percató también que en todos los organismos vivos, de los más simples los más complejos, esta energía se acumulaba para descargarse a intervalos regulares. Llamó a esta función reguladora la FUNCIÓN DEL ORGASMO (fig.7), puesto que era gracias a una contracción repentina y completa de todo el protoplasma que la cantidad de energía en exceso podía ser descargada (1).
Reich estaba cada vez más convencido de que el hombre, y todo organismo
vivo, se bañaba en un océano energético a partir del cual tomaba su energía. Le
fue posible detectarla gracias a medias térmicas, electroscópicas y otras. Sus
experiencias fueron confirmadas por Einstein quien inmediatamente las negó (6),
como Freud ya había hecho en otra
ocasión,
*
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