lunes, 2 de enero de 2023

EL CONCEPTO ORGONÓMICO DE CORAZA (II)

 Con nuestros mejores deseos para este Nuevo Año 2023.

Empezamos el año poniéndonos al día y subimos al blog las entradas que teníamos pendientes de publicar y que completan la entrada del día 13 de noviembre del 2022.




(Continuación...)

Después de haber llegado a saber los procesos de formación de la coraza, estamos asombrados de no haberlos podido discernir antes. Una joven madre remarca que cada vez que va con su marido y su marido y su niño pequeño a casa de sus suegros, su niño ya no está como de costumbre. Nota una rigidez en la espalda. No se había dado cuenta antes. Sabe únicamente que estas visitas perturban las horas de comer de su hijo. La joven madre ha necesitado semanas para disipar el malestar de su hijo, mirándole muy a menudo a los ojos con dulzura e intensidad. La facilidad con la que uno puede acorazar a los niños pequeños es flagrante. Uno puede darse cuenta de que para los adultos es también fácil, es suficiente con ver con que rapidez nos aquejan dolores de cabeza cuando algo no funciona bien. Una vez uno de mis pacientes para describir mejor la coraza de uno de sus parientes, un bebé de tres meses que tenia ya el cuello y las espaldas bien rígidas y las extremidades heladas, se exclamó: “Esta bien desarrollado para su edad tanto sobre el plan fisiológico como neurótico.”

Si tuviéramos de representar gráficamente el efecto de la coraza, dibujaríamos una vesícula teniendo pulsaciones libres, una medusa, por ejemplo. Observamos durante algún tiempo como se deja deslizar con gracia. Tiene movimientos rítmicos de contracción y de expansión. Que belleza, que simplicidad, que orden lógico en esta danza rítmica, en esta pulsación que uno encuentra en toda la naturaleza no acorazada: los pequeños saltos del oso, la ameba que avanza estirándose, los movimientos peristálticos del intestino en los mamíferos, la contracción y la expansión del corazón, la ondulación de una serpiente de las arenas. El hombre acorazado dirá: “el movimiento de esta serpiente me asusta, por otra parte, la medusa y el latido del corazón me impresionan tanto!”

Para demostrar los efectos de la coraza pongamos una banda elástica a, medio cuerpo de una medusa. La belleza de pulsación desaparece. La pulsación que previamente era completa y sin obstáculos da paso a una pulsación irregular y espasmódica. El funcionamiento del animal depende ahora de la construcción realizada por la banda elástica, mientras que antes reaccionaba en armonía con el océano en que vivía. El animal constreñido  ha perdido todo contacto directo con el cosmos, en lugar de ser bello, es un horror. La banda elástica no solamente ha impedido la pulsación fisiológica del animal, sino que prácticamente lo ha transformado en otra criatura, ya que ha afectado a la totalidad de su funcionamiento.

La coraza altera las funciones humanas de la misma forma que la banda elástica altera las de la medusa. Los impulsos más inocentes se vuelven torcidos y deformados. La coraza transforma a un hombre con sentimientos religiosos naturales (deseo ardiente de pertenecer al cosmos) en un hombre para el cual la circuncisión y la abstinencia sexual son los deberes religiosos. La coraza transforma la mirada de unos ojos profundos e intensos, como la de los niños pequeños, en miradas furtivas y huidizas. La agresividad natural que sirve para superar los obstáculos y las adversidades, que nos empuja a explorar a nuestro alrededor, se vuelve un instrumento del odio y la acumulación de riquezas. Nuestros cuerpos pierden su flexibilidad y su gracia para volverse rígidos, sin aliento, dispépticos y estreñidos. Nuestra coraza nos desfigura tanto literal como espiritualmente.

Retomando el ejemplo de la medusa y de la goma elástica, podemos ilustrar otros aspectos del mecanismo de la coraza. En el caso de que sólo haya una banda de goma y esté bastante suelta, el organismo podría funcionar casi tan bien como el de la medusa, aunque de alguna manera discontinua y dolorosa. Pero en el caso de que hubiera muchas bandas que dividieran la medusa en muchos segmentos, o incluso una sola banda muy amplia y tensa hasta el punto de casi cortar el animal en dos entonces el funcionamiento de este estaría gravemente alterado hasta el punto que sólo le quedarían las energías necesarias para sobrevivir. Es la condición en la que se encuentran la mayoría de las personas de este planeta. Aquellos que únicamente están un poco acorazados o en los que el organismo funciona de manera más unitaria pueden ejecutar un trabajo que dé frutos y pueden gastar sus energías, ya sea en  buena o mala manera, mientras que la gran parte de la población que está muy fuertemente acorazada a dejado de luchar y lleva una existencia plana, aburrida y árida. Estas personas son las mas enfermas, no los psicóticos perturbados o los neuróticos quejosos.

Por razones teóricas podemos considerar la coraza ya sea desde el punto de vista psicológico o desde el punto de vista somático. Tomemos el caso de una persona inerte y consideremos la  de forma unilateral, es decir bajo el aspecto puramente psicológico. Su vida no es más que una rutina monótona. Trabaja mecánicamente en un trabajo mecánico. Llega a su casa bebe un trago o dos, se pega delante de la tele y a menudo se duerme viendo un programa. Todos los sábados y los días de fiesta se acuesta con su mujer; todos los viernes se para en el café de la esquina para ir a tomar un trago con sus amigos y después entra en su casa siempre un poco ebrio. Cada domingo duerme hasta tarde o va a hacer sus apuestas y pasa el día mirando un partido de futbol en la tele. Cada año va a pasar dos semanas de vacaciones a la orilla del mar, siempre en el mismo apartamento. Está “satisfecho” con su mujer, pero apenas se da cuenta de su presencia salvo cuando ella provee para las necesidades rutinarias de la casa. Sus hijos lo visitan cada dos o tres meses, y, una vez que se ha informado de su salud y de su trabajo, no tiene mucho más que decir. Sólo un buen partido en la tele puede hacerle salir de su letargo habitual. Dice no tener prejuicios, pero se inquieta si los magrebíes vienen a instalarse en el vecindario. Entonces se preocupará por sus bienes materiales, partiendo del principio “que es mejor que cada uno se quede en su propio país”. Nada le perturba realmente, ya sea de una forma positiva o de una forma negativa, por lo que puede decir fácilmente: “Yo, no me quejo”. Odia las peleas y no molesta a nadie, lo que le hace decir, además: “Yo los dejo tranquilos y ellos me dejan tranquilo”. El ha estado siempre satisfecho hasta el día que tiene un pequeño accidente de trabajo. A partir de este momento empieza a sentir poco a poco aprehensión delante de su máquina, hasta el punto de volverse pánico a la idea de incorporarse al trabajo y debe confeccionar excusas increíbles para quedarse en casa. Su herida va a tocar el fondo de su misma agonía y lo ha sacudido del letargo extremo en el que vivía. Algún otro habría podido tener el brazo cortado y haber tenido una reacción psicológica totalmente diferente, por ejemplo, caer en una apatía extrema. Consideremos ahora el aspecto puramente físico de la coraza de este hombre. Los ojos son apagados e incapaces de contacto. Sólo pude seguir con gran dificultad con su mirada un objeto en movimiento. Su cara es una verdadera máscara de cortesía, con los rasgos marcado por la edad y no por el carácter. Los músculos de su cuello están flácidos y  faltos de tono. Le es imposible provocar el vómito incluso si el introduce sus dedos en el fondo de su garganta. Su pecho a penas se mueve cuando respira: no importa lo mucho que se esfuerce en respirar profundamente, no lo puede movilizar. El abdomen está duro. La pelvis no vibra. Es el mismo cuadro sobre el plano del comportamiento y sobre el plano físico. Apenas vive, aunque pueda continuar su existencia física todavía durante muchos años.

Un examen más profundo puede mostrar la identidad funcional de la coraza caracterial (psicológica) y de la coraza muscular (somática). Para hacer salir la ansiedad que encierra la coraza, se puede intervenir de dos maneras, bien sobre el plano caracterial o sobre el plano somático. Sobre el plano caracterial, en el caso de un paciente que no soporta la hostilidad, y la esconde debajo de una fachada de sumisión y pasividad, el terapeuta probará de provocarla verbalmente y se burlará de su debilidad de carácter. Si esta provocación es eficaz, el paciente comenzará a reaccionar con colera. Durante esta reacción la angustia se manifestará por manos sudorosas y frías  y una taquicardia (aumento del ritmo cardiaco). Sobre el plano somático, el terapeuta intervendrá directamente la coraza al nivel de los hombros apretándolos muy fuertemente. Mientras que antes el paciente, cuando tenia que golpear el colchón con cólera, lo hacía sin fuerza y sin convicción, ahora el empieza a golpear con fuerza mientras refunfuña: “Vete a la mierda!!Vete a la mierda! El enfermo está asustado por su propia hostilidad, su cuerpo está recubierto de dolores fríos, sus pupilas están dilatadas.

La coraza caracterial o muscular, apacigua la ansiedad: tiene por función restablecer un cierto equilibrio en el organismo. Todo esto se hace a expensas de la intensidad de sus relaciones con el mundo exterior y con su propia esencia. En el ejemplo que acabamos de citar, el paciente no era consciente de su propia hostilidad y no era capaz de expresarla cuando la necesitaba en su vida corriente. Para su tranquilidad había perdido toda reacción espontánea y su capacidad emocional de había reducido considerablemente. Lo que le caracterizaba, era su capacidad de ser indefectiblemente amable, incluso hasta el aburrimiento, en lugar de comunicarse con la gente de una forma  franca y viva. Un contacto distorsionado y artificial con  los otros remplazaba el contacto sincero y autentico: este contacto sustitutivo era una fachada detrás de la cual se ocultaba su verdadera personalidad. Su pulsación no tenía nada que ver con la de la medusa y la de la ameba.

Tomemos el caso de un individuo fuertemente acorazado al nivel de los ojos, con un pecho rígido y que se encuentra súbitamente privado de un ser querido. Un observador atento podrá predecir con facilidad que este individuo reaccionará poco o no del todo sobre el plano afectivo a tal situación. A lo sumo se sentirá molesto, incomodo, por el brusco cambio en sus hábitos que esta perdida ocasionará. Pero este ejemplo no es muy apropiado ya que una persona acorazada ni siquiera puede amar a alguien. El individuo no acorazado que se encuentre en las mismas circunstancias podrá reaccionar de diversas maneras. Podrá retirarse en la soledad con el fin de concentrarse en su pena, sin estar molesto por las personas que quieren reconfortarlo a todo precio; podrá llorar durante horas, incluso días enteros, podrá meditar sobre el sentido de la vida y la muerte, o bien podrá buscar encontrarse  amigos cercanos que compartirán con él la profundidad de sus sentimientos. El único elemento previsible de su comportamiento es su profunda convulsión frente a la experiencia de la muerte; pero de alguna forma reaccionará, esta será totalmente imprevisible. La diferencia con la persona acorazada y la no acorazada es la misma que existe entre una línea recta y una de curva variable.

Desde que el hombre se dio cuenta que era muy útil acorazarse de una forma temporal, ha estado tentado de hacerlo más a menudo. Por ejemplo, un niño pequeño que sufre se da cuenta que reteniendo su respiración la intensidad de su dolor disminuye. Cada vez que experimente dolor retendrá su respiración, incluso si su dolor es menos fuerte. Si uno no para este proceso a tiempo, el niño desarrollará un pecho acorazado desde su primera infancia y este acorazamiento le permitirá disminuir la intensidad de todas las experiencias afectivas dolorosas. Una vez adulto vivirá de forma a evitar cualquier situación que pueda hacerle sufrir, estará totalmente acorazado y, desgraciadamente, su participación en las experiencias de la vida será extremamente limitada. Cuando tenga niños, estará en la incapacidad total de sentir y comprender sus penas. A su vez, los niños, sin el sostén de sus padres en sus momentos dolorosos, aprenderán enseguida a acorazarse.


( continúa...)


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