jueves, 24 de mayo de 2018

SENSACIONES, EMOCIONES Y SENTIMIENTOS-LA VERGÜENZA

A continuación tenéis el tercero de una serie de artículos escritos conjuntamente por nuestra compañera Eva Moya y el Dr. Carles Frigola. Este articulo ha sido publicado en el nº 52 de la revista bimensual Girosalut/ nº 07 BarnaSalut.





SENSACIONES, EMOCIONES Y SENTIMIENTOS

LA VERGÜENZA

Por Carlos Frigola y Eva Moya


Siguiendo con la serie de artículos dedicados a los sentimientos y emociones humanas, hoy hablaremos de la vergüenza. Intentaremos definirla y entender su origen. También sugeriremos como acompañarla para aliviarla.

En primer lugar, el concepto de vergüenza lo podríamos definir como un mecanismo de defensa específico dentro de los diferentes que existen en el conglomerado organizativo del aparato psíquico. Es necesario tener presente que este tipo de defensa se despliega para hacer la experiencia más soportable más ligera. Aunque el precio a pagar sea una pérdida sensible de la libertad. Sentirse expuesto, observado, ser visto…sentirse sin protección provoca sentimientos de turbación y de vergüenza. Incluso de humillación. Como si alguien nos mirara de forma crítica, juzgandonos de manera condenatoria. Recordemos que la vergüenza no es reflexiva, como explicamos en el último artículo sobre la culpa. Son estos sentimientos interculturales, universales. Todo el mundo los padece. No lo es la timidez, por el contrario, que es adquirida y tiene que ver con el carácter.

Ver y ser visto, donde J. Steiner sugiere que en la suficiente distancia- fuera de la confusión con el objeto como podría ser por ejemplo en el enamoramiento- es donde podemos apreciar tanto las cualidades buenas como las malas del objeto. Este poder ver o que te vean hace surgir diversas ansiedades que se han de cotejar. El autor propone la experiencia de ser vistos como una vivencia sin protección, desnudos, observados de manera crítica provocando malestar. Este estado de incomodidad inicia un movimiento concreto de la energía interna, libido/ impulso o agresividad sana, de nuestro cuerpo. Esta energía se mueve desde el propio núcleo (self), que es nuestra parte más íntima, atraviesa la armadura caracterológica (defensa muscular) instalándose en la superficie de la piel y los ojos (segmento ocular). Este impulso libidinal pide un objeto contenedor. Busca una respuesta empática por parte de la madre o bien de una persona que ofrezca comprensión y amor.

Si existe una respuesta empática por parte de la madre como podría ser una mirada aprobadora, esta excitación libidinal desaparece al quedar satisfecha y contenida. Diríamos que la vergüenza es acompañada y desaparece. La mirada comprensiva de la madre actúa como un espejo (mirroring) donde el niño o bebé puede reflejarse sintiéndose seguro. No juzgado. No experimenta turbación. Contrariamente, si no hay respuesta empática- quizás en forma de rechazo, de ignorancia, de indiferencia…- o la respuesta es insuficiente, la excitación libidinal que se ha instalado en los ojos (segmento ocular) y en la superficie de la piel de la cara queda allí estancada y se manifiesta entonces como un afecto de vergüenza.

Dicho de otra manera, la energía interna (libido), que siempre se descarga de una forma o de otra, lo hace dentro de un vacío emocional por la falta de un objeto contenedor. Se puede experimentar una sensación de rechazo devastadora por falta de acompañamiento (mirroring). Niños y adultos podemos mostrar vergüenza por haber mostrado nuestras necesidades y ser estas ignoradas o despreciadas.

Históricamente, se podría situar su origen en la conocida y romántica narración relatada en la biblia en donde la pareja es expulsada del Edén. En este preciso momento los dos protagonistas sienten, más bien, padecen la humillación y la vergüenza de ser mirados por un ser fantasioso y “superior”. Juzgados por haber cometido una falta.

Desde un punto de vista comunitario la expresión sentir “vergüenza ajena” la podríamos contextualizar en el caso en donde un objeto o un sentimiento es expuesto a la dura mirada de la comunidad. La vergüenza puede surgir en el ser humano como consecuencia de ser desposeído de una identidad grupal o de ser expulsado de un grupo primario. La vergüenza, que hace de guardián de la moralidad pública y de la ortodoxia (científica, cultural, política, religiosa, etc.) es básicamente un fenómeno social. Es capital recordar justo en este punto los matices entre moral (costumbre heredada y repetida) y ética (actitud adquirida, reflexionada, auténtica, a menudo  alejada de la costumbre social).

La palabra hebrea bosh (vergüenza) significa ser expuesto a un cuestionamiento dentro de un grupo. Ser excluido de la comunidad a la que uno siente que pertenece y con cual se ha identificado. La vergüenza interpretada desde la vertiente de la moral (repetir las costumbres sin trabajo de reflexión) tendría una importante función de seguridad, supervivencia y de cohesión social pues el animal (persona) expulsado del grupo o que decide abandonar voluntariamente el grupo  será  expuesto inmediatamente al ataque de los depredadores, cosa que no le pasa al animal que siempre vive en grupo, en comunidad. Otros autores (R. Velasco) creen que la vergüenza es una función social. Que en un principio puede ser producida por las expectativas o reacciones de la madre o otros significantes y después se internaliza como vergüenza. Otros (J.Lientenburg) concluyen que podría ser un afecto pre-programado, ya desde el mismo nacimiento.

En este sentido, la razón de ser de las instituciones, de las sociedades y de los grupos científicos y culturales que protegen a sus miembros del gran poder depredador del tiempo, del olvido, de los nuevos paradigmas que van sustituyendo a los viejos, de los modelos culturales que se ofrecen y de los incesantes progresos sociales a los que serian inevitablemente expuestos si estos miembros decidieran abandonarlas. Estas instituciones protegen a sus integrantes a través de la vergüenza, del ataque de los depredadores que toman forma de los constantes cambios científicos, culturales y sociales.

Padecer vergüenza, humillación, sentirse rechazado, no querido…podría dar lugar a la aparición de la venganza, del odio. Pero… ¿este odio de donde nace? Y aún más preocupante, ¿como lo tratamos?
En próximas ediciones de Girosalut indagaremos sobre el odio y la ira, siempre tan presente en nosotros y a la vez tan peligrosamente ignorado.


Carles Frigola es psiquiatra y psicoanalista. Médico orgonomista.

Eva Moya es diplomada en magisterio. Postgrado en comunicación.

Para ampliar información en otros temas podéis consultar: www.wilhelm-reich.org 





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