Siguiendo con las estructuras de carácter en esta nueva entrada correspondiente al artículo publicado por el Dr. Carles Frigola en el número 27 de la revista bimensual GiroSalut encontrareis la información relacionada con el carácter masoquista.
LA MEDICINA ORGONÓMICA
EL CARÁCTER MASOQUISTA
El carácter masoquista ha
abandonado definitivamente el nivel-fálico narcisista. La expresión de la
agresión natural sana ha sido reemplazada por la conducta masoquista. Cualquier
impulso placentero expansivo cuando ha alcanzado una cierta intensidad es
percibido a nivel psíquico como una amenaza y a nivel somático como un dolor.
Esto es debido a la gran espasticidad de su organismo, sobretodo en la
superficie de la piel y en los genitales. Con esta contracción las sensaciones
placenteras están bloqueadas y si llegan a alcanzar la piel, éstas se sienten
como dolorosas. No tolera ni la expansión, ni el placer. Percibe las
sensaciones de “dejarse ir” como una ansiedad de castración o disolución, como
si el cuerpo se rompiera a trozos.
Según W.Reich, las demandas
libidinales pueden hacerse desde cualquier zona erógena (ocular, oral, anal,
fálico y genital). Si estas demandas se frustran se origina un impulso agresivo
contra la persona frustrante, pero mezclado con la correspondiente excitación
sexual. Este sería el sadismo. Cuando este mecanismo se bloquea, el impulso se
vuelve hacia dentro, hacia el sí mismo y se convierte en masoquismo.
Al contrario que el simple
neurótico, el carácter masoquista depende de los otros para relajar su tensión
interior, por pequeña que sea. Es casi imposible poder descargar por sí mismo
la tensión. Esto le otorga un estado de sufrimiento crónico. El carácter
masoquista sólo puede permitirse a sí mismo el reírse sólo si le colocan en la
diana de un chiste: si le retratan como una víctima. No tolera que le feliciten
o alaben; interpretando maliciosamente los comentarios o boicoteando cualquier
halago.
Es incapaz de expresarse
emocionalmente y si lo hace aparece como un estúpido, invitando al ridículo.
Está colocando a los demás en una situación comprometida o bien hace hincapié
en los aspectos negativos de la vida. Estos sirven para “pagar con la culpa” y
así poder alcanzar los positivos. Coacciona y provoca, molestando e incordiando
a los cercanos: de esta forma podrá obtener algún alivio. En el fondo juega el
papel del exibicionista.
El carácter masoquista es provocativo en extremo, tortura a los demás buscando que alguien le relaje, pidiendo que le pinchen como a un balón lleno de aire a punto de explotar. Esto es debido a la excitación sexual de la piel. En realidad o en fantasía, la piel esconde los castigos, las palizas, los golpes, las azotainas, los pellizcos, los pinchazos y las quemaduras recibidos en la infancia.
El carácter masoquista siempre siente frío debido a la contracción espástica de las venas superficiales. Por esta razón, el contacto corporal con el objeto amado o un simple masaje resuelve la ansiedad, expandiendo así su organismo. Debido a esta debilidad en la piel siente un intenso a miedo a ser abandonado, o lo expresa con una excesiva demanda de amor. Pide constantemente un contacto emocional para calentarse y protegerse.
Su punto de vista es que “las cosas siempre han estado mejor en el pasado”, ya que nada actual es placentero o excitante. Debajo de esta actitud hay una gran cantidad de desprecio hacia los demás y que tiene que mantener en secreto.
En su conducta sexual le orgasmo tiene una curva de excitación muy baja, sin ninguna subida a acmé. Debido a la naturaleza de “empujar/parar” de su propia armadura, el acto sexual puede durar horas o no los termina nunca y volviendo a comenzar de nuevo. Se encuentra atrapado entre la permisividad y la prohibición. A menudo tiene fantasías de ser torturado y degradado, apretando el pene o el clítoris entre las piernas.
Cuando el niño/a atraviesa la etapa anal y se le niegan las demandas eróticas de esta zona, el desarrollo psico-afectivo de su personalidad queda bloqueado. Tales pulsiones pueden frustrarse cuando las funciones excretoras están siendo controladas por una madre vigilante que muestra un excesivo interés hacia el niño/a, sobretodo hacia sus necesidades corporales. Esto da lugar a la aparición de impulsos agresivos contra la persona represora, en este caso, la madre, mezclados con otros sentimientos contradictorios. Pero cuando estos impulsos sádicos quedan bloqueados por segunda vez, al no encontrar una salida externa, entonces se vuelven contra sí mismo. A este acto destructivo W. Reich lo denominó masoquismo y, en caso de ser excesivo, da lugar a la estructura de carácter masoquista.
Contrariamente a los demás caracteres pre genitales, el carácter masoquista siempre dependerá de los demás para relajar su propia tensión, no importa la persona que sea, ni el precio que tenga que pagar por ello. Jamás será capaz de relajarse por sí mismo.
A pesar de que el carácter masoquista busca el placer como cualquier persona, hay en él un mecanismo específicamente anti- económico que siempre le conduce al fracaso. Es decir, cualquier sensación de placer, cuando alcanza un cierto nivel, la percibe como una amenaza, un miedo al castigo. De esta forma, las sensaciones placenteras quedan inhibidas y se convierten y se experimentan como no placenteras o dolorosas. En el fondo de sí mismo, como nunca se ha dejado ir de verdad, hay en su organismo una gran intolerancia a la expansión y al movimiento (tanto físico como afectivo) siendo imposible el poder descargar las tensiones normales de la vida. Está como paralizado por dentro; es decir su quantum personal de agresividad natural lo tiene inhibido y completamente inmovilizado.
La represión del exibicionismo
En el caso concreto de la mujer masoquista, ésta posee en su estructura de carácter unos rasgos que la hacen inconfundible. En primer lugar existe una especie de “relincho”, “una queja constante” que refleja el sufrimiento interno, que siempre está presente y es real. Las razones de la aparición de este rasgo ( la queja y el lamento) hay que buscarlas en el sostenimiento y agarrotamiento de su musculatura pélvica, que otorga a su organismo un tipo específico de espasticidad que es el resultado del choque de dos fuerzas opuestas: la permisividad sexual y la prohibición.
Así que aparece en ella un constante dejarse ir y un controlarse. Está realmente encadenada y no puede liberarse. Como en el juego infantil de tirar de la cuerda, ella se encuentra precisamente en medio, entre los dos equipos. Para liberarse de estas cadenas internas debe usar, presionar, coaccionar y provocar, etc., a al gente a su alrededor, así ellos harán el trabajo emocional que le correspondería a ella.
El hábito resultante es este rasgo tan molesto de quejarse por cualquier cosa cuando se encuentra cerca de las personas próximas, a las que quiere y aprecia. Las atormenta una y otra vez, provocándoles reacciones, a veces violentas, lo que le sirve para aliviar la tensión que sufre. La mujer masoquista aprovecha ahora para colocar a los demás en una situación de “haber perdido los estribos por su culpa”.
De esta manera, en un círculo sin fin, puede justificar de nuevo la expresión del odio reprimido y volver a provocar de nuevo a los demás.
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