PRIMEROS AUXILIOS EMOCIONALES (P.A.E)
Los P.A.E están basados en el trabajo de Wilhelm Reich. El lector tendrá la oportunidad de observar como pueden ser tratados los desórdenes mentales, corporales y emocionales sin tener que recorrer a los medicamentos, ni a otras formas de tratamiento psiquiátrico. Los relatos que presentaré a continuación sobre los P.A.E ilustran una forma funcional y directa de enfrentarnos al sufrimiento humano.
SANDRA
Sandra es una chica de 17 años que vino a mi consulta acompañada de su madre. Se quejaba de que no podía quedarse sola en su casa y siempre necesitaba la presencia física de alguien a su lado. No podía coger sola el ascensor, ni ir de compras ni tampoco estar entre la multitud. Todos estos síntomas surgieron de forma aguda, en cuestión de semanas, sin causa aparente. En el caso de Sandra adoptamos tres enfoques simultáneos de intervención en P.A.E.
En primer lugar, trabajamos el segmento oral, haciendo que gritara y gritara desesperadamente a alguien, todo esto estirada en el diván, mientras respiraba. Así logramos crear un impulso energético hacia abajo para movilizar el diafragma y aligerar su contracción. El grito era de pánico bajo el cual aparecieron recuerdos de las primeras experiencias sexuales. En segundo lugar, movilizamos el pecho, el cual estaba fijado en una posición inspiratoria, que le provocaba una fuerte ansiedad. Y esto con una buena razón terapéutica. La respiración plena y desinhibida, con una expiración profunda, le hizo ser más consciente de su odio reprimido contra sus padres. Por descontado no fue capaz de aceptarlo de entrada, al esconderlo detrás de su cara de chica buena y desgraciada. En tercer lugar, favorecimos el reflejo del vómito, apareciendo nauseas, todo esto para abrir mas el diafragma que estaba contraído por el pánico.
Así continuamos diversas sesiones. A la 5ª sesión (al cabo de un mes de tratamiento) sus síntomas fóbicos habían desaparecido completamente. A los cinco meses de tratamiento, Sandra relató que durante el fin de semana había podido ir a bailar a una discoteca con un grupo de amigos. Hacia el año de tratamiento esta paciente, que ya había cumplido los 18 años, pudo superar su ansiedad agorofóbica (de dejarse ir emocionalmente e independizarse de sus padres) y fue capaz de ir a esquiar a la montaña durante las vacaciones de Navidad.
En este caso la mejora de los síntomas agudos surgió durante las primeras cinco sesiones, lo que demuestra el gran valor terapéutico de los P.A.E para resolver la armadura y prevenirla. Allá donde acabaron los P.A.E empezó la terapia largo plazo.
Aunque en algunos casos es necesario posponer ésta última, en otros es necesario continuar como en el caso de Sandra.
ELENA
Elena tiene 28 años y vino a la consulta por unos fuertes dolores abdominales que habían estado diagnosticados como espasmos del píloro. Se le practicaron diversas pruebas radiológicas. También se quejaba de palpitaciones cardiacas. Sus dolores duraban ya tres años.
En el diván, la Elena parecía extenuada: sostenía firmemente el cuello que estaba muy agarrotado, sus extremidades estaban frías, hablaba en tonos bajos y era totalmente incapaz de gritar. Su aspecto era como el de una máscara, desvalida, con una boca ampliamente abierta y una garganta agarrotada. A causa de la incapacidad de expresión en el segmento de la garganta y debido al hecho de que la musculatura superficial del cuello estaba endurecida y muy tensa, el primer enfoque terapéutico se dirigió al área cervical. La musculatura espástica se trató con masajes durante un rato, pero la paciente ente esta maniobra dolorosa se comportaba de forma silenciosa, quejándose muy poco. A medida que los estímulos continuaban, la paciente gradualmente se permitió expresar unos gritos lastimeros, blandos, relajando el pecho. Ahora con el segmento torácico más libre y con movimientos respiratorios más desinhibidos, la paciente empezó a sentir fuertes sentimientos de rabia.
En su siguiente visita Elena señaló que se encontraba mucho mejor. Sentía como si le hubiesen desatado el cinturón de su estómago. Durante los días que seguían a la sesión semanal la paciente sentía nauseas, lo que le causaba alguna ansiedad, ya que siempre había tenido miedo a tener nauseas y vomitar, Estuvo pensando durante toda la semana en su incapacidad para gritar: un rasgo muy marcado de su carácter.
Durante las seis semanas siguientes la paciente respondió a mi intervención terapéutica al principio llorando y quejándose: “Me estoy enfadando” y “No me gusta que me empujen” y mas tarde con llanto. A medida que fue capaz de llorar más plenamente a Elena le fue mucho más fácil permitirse sacar expresiones de hostilidad, tales como elevar la voz y protestar. Al mismo tiempo era capaz de incluir los brazos y los músculos en estas expresiones de hostilidad. Era capaz de golpear con las manos y los pies el diván i arañar y gritar durante las sesiones terapéuticas: esto fue el comienzo de la desaparición de los síntomas más marcados.
Al final de las vacaciones de agosto, Elena me envió un e-mail que decía, entre otras cosas: “A medida que ha ido pasando el verano he ido notando muchos cambios y ahora me enfrento a una situación completamente nueva para mi. Mi marido me está diciendo, riendo, que si sigo con la terapia me convertiré en una “marimacho” y no porque yo sea realmente así”. La paciente me dijo que le gustaría buscarse un trabajo para pagarse la terapia e independizarse un poco de su marido. “Lo realmente curioso es que, con la poca terapia que he hecho con usted, estoy planteándome buscar un trabajo para este invierno”.
La terapia orgonómica se fundamenta en tres enfoques básicos e independientes. Primero: el trabajo sistemático con la respiración del paciente para exponerle terapéuticamente los bloqueos y los conflictos. Segundo: la intervención terapéutica sobre los músculos espásticos siguiendo los 7 segmentos de la coraza o armadura. Tercero: la interpretación analítica de las defensas del carácter y superando las resistencias al análisis y al terapeuta. Esto último es muy importante, ya que el paciente tratará con todos los medios a su alcance (conscientes e inconscientes) de mantener su inmovilidad y no revelarse a si mismo, para que sepan como siente y piensa. En resumen: restaurar la unida psicosomática del organismo del paciente como una totalidad i revertir la contracción que representa la armadura caracterial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario