Os compartimos la continuación de la traducción del artículo del Dr. Peter A. Crist, sobre el caso de J, un paciente de 6 años de edad, la traducción del artículo ha sido realizada por nuestro compañero Roger Falcó. Con esta entrada queda completado el artículo.
Nature
vs Nurture (Se nace o se hace)
Hace
ya mucho tiempo que se conoce que las lesiones primarias del cerebro
causadas por traumas, infecciones, etc, dan como resultado reacciones
emocionales y conductuales secundarias. Ya en la década de los 1870
se observó que las lesiones del lóbulo frontal del cerebro estaban
asociadas con problemas en el control de los impulsos. En los años
1930, Kahn y Cohen observaron la hiperactividad con las lesiones en
el tronco encefálico y propusieron el concepto “organic driveness”
(25). Estas observaciones llevaron a la conclusión de que los
problemas en el control de los impulsos estaban causados únicamente
por lesiones cerebrales. Desde entonces los teóricos han discutido
sobre si la constelación de síntomas, hoy en día con el nombre de
TDAH, tiene un origen neurológico o psicológico. La larga lista de
nombres para este trastorno refleja la numerosas y cambiantes teorías
sobre su etiología.
Cuando
no se podían demostrar lesiones cerebrales importantes, estos
problemas eran atribuidos al “daño cerebral mínimo”, es decir,
daños que no podían ser detectados. Cuando se desarrollaron medios
más sofisticados para evaluar la patología cerebral, y aun así no
se podía encontrar ninguna lesión, el término de “disfunción
cerebral mínima” era usado para dar cuenta de una alteración en
la función sin la evidencia de cambios estructurales en el cerebro.
La
segunda edición del Diagnostic and
Statistical Manual (DSM-II) de orientación
psicoanalítica, usaba el término “reacción hipercinética de la
infancia”. En su intento de ser puramente descriptivo y
fenomenológico (más que atribuir su causa a factores psicológicos
o fisiológicos), los autores de esta sección del DSM-III escogieron
el término diagnóstico “Trastorno de déficit de atención”
(TDA). El término más actual, empleado en el DSM-IV, es “Trastorno
por déficit de atención/hiperactividad” (TDAH).
La
investigación mecanicista busca una base anatómica o fisiológica
para el trastorno y considera los cambios estructurales o
fisiológicos observados como su causa, atribuyendo estos a defectos
de nacimiento (“genéticos”) aún por descubrir o bien
desarrollados desde el nacimiento. El enfoque orgonómico funcional
(energético) es bastante diferente. Considera la impulsividad
caracterológica un trastorno de la pulsación biológica (una
biopatía) que se manifiesta primariamente en el reino emocional,
pero que tiene también cambios físicos concomitantes. Estos cambios
fisiológicos y/o estructurales resultan de una perturbación de la
energía subyacente (un efecto de la armadura) que precede y causa su
desarrollo en el individuo14.
Un descubrimiento reciente en aquellas personas diagnosticadas con
TDAH, es por ejemplo, una disminución de la actividad metabólica en
la corteza del lóbulo frontal, que ha podido ser demostrada mediante
la tomografía de emisión de positrones (PET) (26). La corteza del
lóbulo frontal es conocida por estar asociada con la inhibición de
los impulsos y estos hallazgos de alteraciones en neurofisiología,
sin cambios estructurales demostrables, sugieren esta área del
cerebro como el primer lugar de la armadura en este trastorno15.
La gran sutileza y variabilidad de los descubrimientos fisiológicos
asociados con el diagnóstico del TDAH son más consistentes con un
proceso emocional/energético primario que con un trastorno
fisiológico primario. Otros descubrimientos fisiológicos, como
signos de exceso de tono vagal (parasimpático) encontrados en
estudios de variabilidad de frecuencia cardíaca (27), así como
estudios que indican resistencia a la hormona tiroidea (una hormona
del sistema nervioso simpático) (28), apoyan directamente el
postulado de un predominio parasimpático del sistema nervioso
autónomo en estos casos.
La
aproximación mecanicista crea confusión cuando no logra diferenciar
adecuadamente la naturaleza física innata y el desarrollo
psicológico del individuo. Trabajos publicados en revistas informan
de pacientes con TDAH afirmando que tienen un elevado nivel de
energía. Los individuos que nacen con un alto nivel de energía
tienen más predisposición al desarrollo de problemas en una
sociedad acorazada debido a la dificultad en encontrar salidas
aceptables para su energía. Incapaces de frenar totalmente los
impulsos naturales de los niños y las niñas, los intentos
parcialmente exitosos de los padres no hacen más que incrementar la
impulsividad en sus hijos.
Como
prueba que el trastorno es de origen biológico y por lo tanto está
presente desde el nacimiento, se citan estudios con gemelos idénticos
que demuestran la importancia de los factores genéticos junto a
otras investigaciones que revelaran un patrón familiar en el TDAH.
De hecho, es igualmente probable que las cualidades particulares
presentes desde el nacimiento estén asociadas con una mayor
probabilidad de desarrollar patologías emocionales particulares. J,
por ejemplo, era excitable y rápido en su expresión y actuación ya
desde el nacimiento. Alguien con estas cualidades las usaría
defensivamente y tendría mayor predisposición a volverse impulsivo
que otro que no las tuviera.
14.
La comprensión orgonómica también incluye la observación,
ampliamente aceptada, de que las lesiones primarias en el cerebro
tienen efectos secundarios en la conducta del sujeto.
15.
Estos hallazgos también sugieren de forma intrigante una relación
antitética entre la actividad cortical frontal y la expansión
emocional. Sabemos que la actividad en la corteza cerebral está
asociada con la actividad intelectual y que existe una relación
antitética entre esta y la expansión sexual placentera.
La
base bioenergética subyacente en el TDAH
Un
año y medio de terapia médica orgonómica había permitido a J
calmarse de forma tan visible que una persona de administración de
la escuela pensó que había sido medicado con Ritalin. El Ritalin
(metilfenidato), al igual que otros fármacos utilizados para tratar
el TDAH, es un estimulante del sistema nervioso central. Al ser
estimulante, su efecto calmante en el trastorno se considera
paradójico. Uno esperaría, por “lógica”, que un agente de este
tipo causara mayor excitabilidad. Este tipo de agentes, entre los
cuales se incluyen las anfetaminas y la cafeína, tienen también
efectos positivos en otros síntomas asociados con el TDAH. Producen
el mismo efecto que la activación del sistema nervioso simpático y
por lo tanto son denominados simpaticomiméticos. Con esto en mente,
ahora podemos formular una hipótesis orgonómica (energética) sobre
el verdadero mecanismo que subyace al TDAH y que explicaría porque
los síntomas del trastorno son (paradójicamente) aliviados con
estimulantes del sistema nervioso central. El
TDAH tiene en su raíz una sobreestimulación del sistema nervioso
parasimpático. En estos individuos los
sistemas nerviosos simpático/parasimpático no están en un
equilibrio recíproco -como lo están en un estado de salud-.
Fármacos de la familia de las anfetaminas compensan la
sobreexcitación parasimpática y producen un cierto grado de
estabilización induciendo una contracción energética. Tales
fármacos mejoran aspectos de tipo mecanicista
de la perturbación de la atención (como lo
sería completar tests) (30). Los estudios de seguimiento de
tratamiento con fármacos no muestran evidencia consistente de que la
medicación mejore el aprendizaje o tenga un efecto demostrable a
largo plazo en las reacciones del carácter impulsivo (31).
Las
modalidades de modificación de conducta constituyen otra forma de
terapia tradicional para el TDAH. Uno podría esperar que este
enfoque, cuyo propósito es lograr desaprender las conductas
desadaptativas, produjese algún tipo de efecto en contener los
impulsos neuróticos secundarios. Sin embargo, las técnicas de
modificación de conducta son mecanicistas y no están diseñadas
para ayudar a los individuos a entrar el contacto con sus emociones
reprimidas inconscientes o proporcionarles una forma de expresión
para ellas. La aproximación conductual no puede incidir en la raíz
causante del trastorno más de lo que lo puede hacer la medicación.
La terapia médica orgonómica no obstante, hace precisamente esto
porque adopta una aproximación que integra el abanico completo de
manifestaciones de la perturbación energética del paciente.
El
problema social
Tratar
con niños inatentos, inquietos e impulsivos significa mucho más que
controlar sus síntomas con fármacos y modificación de conducta. La
mayoría de las personas, instintivamente, trata de que estos niños
dejen de comportarse impulsivamente, al menos al inicio. Lo que no
saben, pero que pronto descubren, es que esto por sí solo no es
efectivo. Lo necesario es detener la impulsividad y ayudar al niño o
niña a afrontar su ansiedad. Si bien esto es una tarea
desalentadora, especialmente para aquellos con poca paciencia o que
ya la han agotado, la importancia de la participación y atención de
los padres a sus hijos no puede ser sobreestimada (32).
Para
poder ayudar a estos niños y niñas de la forma más eficaz, debemos
entender el contexto social amplio y ver como este ayuda e incita a
la impulsividad16.
Nuestra sociedad moderna recompensa la acción y la gratificación
instantánea –la emoción rápida-. Un sinfín de opciones excitan
y distraen, pero carecen de atención emocional sostenida y conexión.
Nuestra cultura también fracasa a la hora de hacer a los individuos
responsables de sus actos.
En
este sentido, Breggin señaló que el diagnóstico de TDAH, tal como
se utiliza actualmente junto con el tratamiento farmacológico, tiene
importantes consecuencias negativas (33). El hecho de decir a un niño
que tiene una determinada condición neurológica, como sucede con el
TDAH, que necesita medicación, sirve para librarlo a él y a sus
padres de responsabilidad por su comportamiento y socava el requisito
principal para el cambio genuino y duradero. Los padres deben asumir
la responsabilidad de gestionar razonablemente el comportamiento de
sus hijos, y los niños y las niñas tienen que ser ayudados a asumir
responsabilidades estableciendo contacto
emocional con sus acciones.
Conclusión
No
existen atajos o pastillas para curar las perturbaciones profundas en
la estructura emocional de los niños impulsivos. La terapia médica
orgonómica ha aportado algunos éxitos con este y otros pacientes,
pero no es la panacea. Se ha ayudado a J a vivir más con sus
emociones profundas. Como él capeará el temporal de la
adolescencia, sin embargo, pondrá a prueba en qué grado se ha
conseguido. Los niños y las niñas impulsivos son un gran desafío y
requieren un tremendo compromiso y esfuerzo por parte de la familia,
profesores y terapeutas. Aunque la terapia médica orgonómica de
individuos y familias puede reducir la impulsividad y evitar el
trastorno crónico del carácter observado en la vida adulta, la
mayor esperanza reside en prevenir el desarrollo del trastorno a
medida que los niños maduran desde la infancia hasta la
adolescencia.
16.
Nota del editor: La creciente prevalencia del comportamiento
impulsivo entre niños y adolescentes es una de las consecuencias
sociales destructivas de la descomposición de la estructura familiar
autoritaria durante las últimas décadas. Los procesos sociales que
subyacen a este incremento de la impulsividad en nuestra sociedad
serán examinadas en profundidad en números posteriores de la
revista Journal Of Orgonomy.
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