sábado, 7 de abril de 2018

SENSACIONES, EMOCIONES Y SENTIMIENTOS-LA CULPA

A continuación tenéis el segundo de una serie de artículos escritos conjuntamente por nuestra compañera Eva Moya y el Dr. Carles Frigola. Este articulo ha sido publicado en el nº 51 de la revista bimensual Girosalut/ nº 06 BarnaSalut.







SENSACIONES, EMOCIONES Y SENTIMIENTOS

LA CULPA

Por Carles Frigola y Eva Moya

Siguiendo con la serie de artículos dedicados a los sentimientos y emociones humanas, hablaremos hoy del implacable mordisco hacia uno mismo de la culpa. Intentaremos definirla, explicarla y sobretodo…como curarla.

De definiciones encontramos una larguísima lista sobre esta temida prisión emocional. Es como un peso que nos invalida y nos chafa. Nunca duerme. Nunca descansa ni nos deja descansar. Se prolonga tanto que nos da demasiado tiempo para reflexionar. Una reflexión incluso persecutoria. ¿En que pensamos cuando sentimos culpa? Sentir culpa por no haber hecho suficiente y evitar perder la pareja, un trabajo, un amigo...

¿Por qué sentimos esta losa tan desagradable que nos lo roba todo?: la libertad a sentir de nuevo, de producir nuevos sentimientos, de intentar nuevos proyectos. Roba el presente. Nos hace esclavos de nosotros mismos. Obedeciéndola. Venerándola. Como el mismo Dios judaico; recordando que la culpa es bíblica, “naturalmente”. Bien, sabido es que de natural no tiene nada. ¿Dónde nace? ¿Cómo podemos convertirla en tan omnipotente? Es nuestra deuda. Nos vigila, nos obliga, nos hace sumisos. Nos reprime fuertemente en nuestro anhelo. Estricta, exigente, petrificada: super-yoica.

¿Cómo explicar pues, el origen de este sentimiento? Recordamos la biblia por ejemplo, en donde la culpa es contemplada bajo una pátina religiosa. La conocida mancha del pecado original. También puede tener un origen típicamente social: en donde una persona responsable puede transgredir una norma o ley (moral, civil o penal) de la comunidad en la que vive. Analicemos dos ejemplos que originan el sentimiento de culpa: en primer lugar, nombraremos la horda primordial, aquella tribu nómada, primitiva en donde se mata al líder y se lo comen. Después la comunidad sufrió un gran sentimiento de culpa, individual y colectiva, que dio lugar como consecuencia a normas (leyes, constituciones, etc.) para evitar la repetición del crimen. El segundo ejemplo estaría en la situación en donde el niño pequeño se siente desconsolado y culpable ante la posibilidad de que hubiera hecho daño a la persona que lo quiere, la madre (Klein). En estas dos situaciones vemos como se origina la culpa. Son las dos configuraciones en dónde encontramos sentimientos ambivalentes. Es decir, sentimientos amorosos y sentimientos de hostilidad.

Las dos representan como todo vinculo pasa obligatoriamente por sentimientos de “doble corte”. Aprecio al líder, incluso me gustaría ser como él pero a la vez  me molesta para conseguir lo que quiero. Se ha de aniquilar o derrotar políticamente. Estos ataques, inevitables, a los objetos buenos, despiertan ansiedad y sentimientos ambivalentes (amor-odio) que se pueden traducir por la palabra: culpa. Un anhelo insatisfecho, proyecciones (fantasías) falladas…hacen surgir también este sentimiento cuando nos damos cuenta que hemos hecho mal o hemos perdido a la persona (objeto) amado. Toda esta amalgama de dobles sentimientos tiene efecto igualmente en el tejido cultural y social. Por ejemplo, los independentistas tendrían de sentirse culpables de serlo, si lo miramos desde el punto de vista del Estado Español.

¿Cómo curarse de esta angustia que nos deja respirar, que no nos deja vivir como querríamos? Nos ayudaría en gran medida ser conscientes de lo que se oculta a un nivel secundario- más profundamente que la fachada social- detrás de la culpa: rabia. Rabia no expresada, no descargada. Reprimida. Esta rabia, en principio sana, no puede atravesar la armadura caracterológica (defensa muscular, W. Reich).

Esta energía no puede llegar a la superficie de la piel para obtener una respuesta emocional esperada. Por tanto, choca contra la armadura y vuelve a nuestro interior transformada en culpa y enojo. Este proceso se repite una y otra vez. Paralizando nuestras acciones: no dejo la pareja porque siento culpa, o aún más duro seria sentir culpa porque la pareja me ha dejado; no cambio de trabajo, no digo lo que pienso, etc.…Empezamos a ser conscientes de que todo aquello no expresado, postergado en exceso nos hace volvernos neuróticos. Abruptamente, surgen en nuestro cuerpo contracturas, rigideces y otras somatizaciones. Existe toda una ciencia, la farmacología, para paliar y disimular las molestias colaterales de la culpa. Se ha de tener presente que nunca trabaja la raíz del conflicto.

¿Nos salvaría quizás maquillarla en un viaje o unas exóticas vacaciones en un “paraíso emocional”? Buscando sensaciones más que fuertes. Poniendo a prueba el propio cuerpo: mordiscos de serpientes, insectos venenosos, selvas peligrosas, la suciedad, el sexo por el sexo, elementos climáticos hostiles, etc. Todas estas situaciones (super-yoicas) superadas y expuestas- envueltas- en forma de gesta que a menudo enmascara una flagelación postmoderna de un alma en pena en un intento vacuo para eximirse de la culpa. ¿O bien me libero “olvidando” como sugerimiento de “salud vigorosa” según Nietzsche?

Bien, un sugerimiento seria, más bien, retirar la inversión de energía en aquel objeto o vivencia que me hace sentir culpa; en esta situación es necesario construir distancia. Separación Atravesar un proceso de duelo del objeto siempre es una tarea lenta y ardua.

El silencio y la soledad (mental) son ahora buenos aliados en este “poner orden” interno. También un buen acompañamiento psicoanalítico (W. Reich). Lejos de distracciones, ellos nos ofrecen un espacio mental seguro en donde revivir ideas y sentimientos para “trascenderlos”, superarlos. Un espacio de contención, de protección en donde pueda “pagar” simbólicamente la deuda de la culpa.

Analizar para deshacer y desmontar aquello que me hace sentir culpable. Dejando ir la rabia que se oculta detrás. La consecuencia inevitable: quedarse solo. Esta soledad me obsequia un territorio de orden para poder leer con una nueva luz y entender que ha pasado realmente. Es entonces, cuando se expresa la rabia terapéutica, que inicia el orden interno. El orden es capital para desvanecer y enjuagar la confusión. Licuando el movimiento de boomerang de la culpa; restaurando progresivamente la tranquilidad en uno mismo.

Es  en este lugar de calma, separados del objeto, donde me regenero sin olvidar nunca. Esta consciencia, darse cuenta, comprender viviendo la propia tristeza rompe la “compulsión de repetición” (Freud). Sólo tomando consciencia pasando por un duelo del objeto se puede dejar de repetir. Lo que en lenguaje vernáculo expresa: dejamos de tropezar dos veces con la misma piedra.

Quizás, la experiencia diaria seria más placentera si viviéramos en un tiempo más ligero, etéreo…más helénico. Como lo orquestaban los maestros de la tragedia griega afirmando que al fin y al cabo la culpa del mundo la tenían los Dioses.

En próximas ediciones de Girosalut seguiremos hablando sobre la vergüenza que a menudo se confunde con la culpa e intentar disolver poco a poco los estados de confusión emocional.

Carles Frigola es psiquiatra y psicoanalista. Médico orgonomista.

Eva Moya es diplomada en magisterio. Postgrado en comunicación.

Para ampliar información en otros temas podéis consultar: www.wilhelm-reich.org y el blog;