jueves, 21 de septiembre de 2017

PSICOANÁLISIS Y BUDISMO ZEN ( II )


En la entrada de hoy, compartimos el artículo publicado por el Dr. Carles Frigola en el nº 47 de la revista GiroSalut & BarnaSalut bajo el título: Psicoanálisis y Budismo Zen. Este artículo es la continuación del publicado en el blog el dia 12 de septiembre.









PSICOANÁLISIS Y BUDISMO ZEN ( II )


Dr. Carles Frigola


Según el psicoanálisis existirían dos estados de la mente: la parte infantil de la personalidad, en la cual la persona aún no se ha podido independizar y emancipar de los objetos emocionales heredados de los padres y vividos en la infancia y la parte adulta de la personalidad en la cual el individuo ya ha construido sus propios objetos mentales para sí mismo y para los demás y que serán definitivos para toda su vida.

Estos dos estados no dependen de la edad del sujeto. Los psicoanalistas los llamamos la posición esquizoparanoide (E.P.) i la posición depresiva (P.D.). Para pasar del primer estado de la mente (E.P) al estado mental adulto de la P.D. se necesita la presencia de un psicoanalista muy experimentado y que él mismo haya atravesado el lindar de la posición depresiva. Este paso requiere de muchísimos años de terapia. Y aún así, el resultado final es incierto. Esto podría aplicarse también al budismo Zen y a la relación entre el discípulo y el maestro.

El Zen tiene 4 posiciones. 1) Conducir al discípulo hacia la iluminación (emancipación o satori); 2) Vivir un cierto aprendizaje budista. 3) Aprender a expresar el ingenio y el sentido de humor del Zen y 4) Poner a prueba la autenticidad de la comprensión y la realización personal del discípulo. Estas cuatro posiciones se podrían aplicar también  al psicoanálisis.

En la posición E.P. la mente se confunde con los objetos y se aferra a ellos. Este aferramiento hasta cierto punto enriquece el yo del sujeto, ya que en esta etapa, cuando más objetos experimenta el yo mejor. Entonces esta diversidad y pluralidad de objetos –aunque confundidos unos con otros-  lo enriquece. A este estado mental los budistas lo llaman ignorancia o ilusión.

En la posición depresiva, al yo ya no le interesan  mas objetos para enriquecerse de más experiencias, algunas de las cuales son ya repeticiones de anteriores experiencias – lo que Freud llama la compulsión de la repetición – sino que el mismo yo  es una experiencia en sí mismo y sin tener necesidad de  mas objetos en la mente. Es lo que los budistas llaman atención plena. Sin engancharse a ningún objeto: meditando y el yo consciente siempre de la propia respiración.

El siguiente paso en la evolución del Zen o del proceso psicoanalítico que hay que hacer es aprender a separarse de los objetos físicos, emocionales y mentales. El paciente lleva al análisis estos objetos, el psicoanalista los contiene y los interpreta. De esta manera tan simple, el paciente se da cuenta que lo que el considera objetos no son más que identificaciones proyectivas. Es decir, aspectos internos de sí mismo (deseos, miedos, anhelos, etc.) que son proyectados al mundo exterior. El yo  (el Ego) está en el centro de cualquier situación donde acostumbramos a tropezar o a adherirnos una y otra vez.

Por esta razón, el Ego aún no se conoce plenamente a sí mismo y por este motivo, piensa que serán los objetos los que le darán la respuesta. ¿Tiene la vida algún sentido? nos preguntamos una y otra vez. Pero cuando el Ego (el yo) deja de almacenar estos objetos, entonces, de pronto, aparece el self (el sí mismo) que es como la experiencia de haber llegado a un santuario situado en la cima de la montaña de nuestra mente. El “verdadero hombre sin título” del maestro Zen Rinzai no es otro que el self. Un lugar en la mente en donde el yo es al mismo tiempo un no - yo.

El vacío externo de objetos curiosamente va llenando el self, preludio de la riqueza interior. En una ocasión compuse un haiku para expresar este estado mental. Había quedado con una amiga a la que no veía desde hacia más de dos años y a la que invité a un festival de circo. Me dijo que le encantaría encontrarse de nuevo conmigo después de este tiempo sin coincidir.

 Tuvimos la ocasión de hablar y de disfrutar del espectáculo. Todo parecía normal entre nosotros. Pero intuí que aún nuestro Ego estaba ocupado con objetos emocionales externos del pasado. Para poder comunicarnos de nuevo teníamos que crear en primer lugar un espacio inter-subjetivo entre los dos fuera del Ego. Necesitábamos crear un self para poder dialogar con otro self. Este es el haiku que escribí y que le envié a mi amiga por whatsapp.


El circo nos reunió,
Tú allí y yo allá.
No hay camino para caminar


En este haiku expresaba esta situación inter-subjetiva. Aún existían Egos (el mio y el suyo) que se  enganchaban y se confundían con el objeto emocional del pasado.
En una ocasión escribí otro haiku paseando por Creixell, al ver un pato herido por un tejón. Este pato murió al día siguiente.


Un pato herido
dentro de un estanque reposa,
Una hoja cae.


Aún aquí  mis sentimientos se expresaban con demasiada claridad.  Todavía había objetos emocionales a los que podía aferrarme y no quedaba espacio en mi interior  para lo desconocido. Y es en lo desconocido donde se encuentra el Zen.

Basho, (1644-1694) el poeta japonés escribió:


El viejo estanque, Ah!
Salta una rana:
El sonido del agua.


En este haiku queda reflejado el sentido del Zen de la soledad (las soledades de Machado). Ya no queda nada más para describir. Todo está vacío de Ego. Es en la mismidad de los objetos donde está el Zen. A partir de esta mismidad se puede comenzar un diálogo auténtico con uno mismo, con los otros y con el mundo, ya fuera del Ego y de las identificaciones proyectivas.


Esta mismidad es la que siente el paciente en el psicoanálisis cuando se instala plenamente en la posición depresiva. Aunque el nombre de esta posición podría parecer negativo, esta posición de la mente es sorprendentemente la vacuna para todas las posibles depresiones. Es un sentimiento de tristeza parecido al viento de tramontana del otoño que barre todas las hojas y que nos dice que el verano ha terminado para nosotros. Pero, curiosamente, este mismo viento será el que nos preparara y estimulará para el riguroso invierno (de la mente) que nos llegará.


( Traducción Dr. Carles Frigola)


El Dr.Carlos Frigola es psiquiatra, psicoanalista. Premio Pascual y Prats del Colegio de Médicos y de la Agrupación de Ciencias Médicas de Gerona. Dip. Tavistok Clínic y Institute of Human Relations. Londres.
Director de la Fundación Wilhelm Reich. Miembro del American College of Orgonomy. Autor de diversos libros. Trabaja en la Clínica de Medicina Orgonómica de Creixell. Borrassá. Tel. 972 50 62 91. www.wilhelm-reich.org y en el blog: compartir-wilhelmreich.blogspot.com







martes, 12 de septiembre de 2017

PSICOANÁLISIS Y BUDISMO ZEN ( I )

Ya estamos a mediados de septiembre , vamos dejando atrás el verano y empezamos a mirar hacia la nueva estación del otoño. Con esta mirada iniciaremos un nuevo curso dedicado a la Orgonomía y también daremos continuidad a  los encuentros en el Café Terapéutico.
Os iremos informando.

En la entrada de hoy, compartimos el artículo publicado por el Dr. Carles Frigola en el nº1 de la revista BarnaSalut/ GiroSalut bajo el título: Psicoanálisis y Budismo Zen.

Os damos la bienvenida, de nuevo, al blog.





PSICOANÁLISIS 

Y

BUDISMO ZEN


Dr. Carles Frigola

Para aquellos lectores que quieran conocer la relación que existe entre el psicoanálisis y el budismo Zen les recomendaría que leyeran el libro de D.T. Suzuki y E. Fromm Budismo Zen y Psicoanálisis. Para los que quieran profundizar un poco más sobre el Zen, les diría que leyeran, a lo largo de mucho tiempo y mucho espacio mental por medio el libro en dos volúmenes D.T. Suzuki Ensayos sobre el Budismo Zen.

Si el lector me preguntara que relación existe entre el Budismo Zen y el psicoanálisis, diría que no existe ninguna relación, que hay una diferencia insalvable. Por otra parte, también diría que se parecen tanto el uno al otro y comparten el mismo espíritu  como dos gotas de agua que gotean de una fuente. El psicoanálisis es un método científico para hacer consciente el inconsciente. El Zen es una técnica para conseguir la iluminación o el satori

Para que haya una experiencia Zen se necesitan cuatro componentes:

1)      Un material intelectual preliminar necesario en el alumno para la maduración de la conciencia Zen. Este material puede incluir libros sobre el Zen o asistiendo a conferencias sobre el Zen o investigando el material histórico sobre las diversas ramas del budismo, etc.

2)     Un fuerte deseo de auto-trascendéncia: una vocación y un autentico deseo de ir más allá de todas las normas y limitaciones que nos son impuestas como seres humanos individuales.

3)     La necesidad de encontrar un guía y la búsqueda consiguiente de un maestro Zen que será quien nos abrirá camino y nos iluminará en la noche oscura del alma.

4)     Una experiencia conmovedora; una conmoción final: la llegada a una región desconocida de la mente humana que conduce al satori.

Si hubiera que resumir de una manera naturalista estos cuatro pasos necesarios diría que son como el hombre sediento que atraviesa el solo el desierto.  No le sirven ni los pensamientos abstractos de “pensar en el agua” o que haya meditado horas y horas sobre los beneficios del agua. O que haya leído todos los libros sobre las propiedades físicas del agua. Ni tan solo la simple visión de un oasis o de una fuente. Sólo la ingesta real del agua es la que brindará la satisfacción completa al hombre sediento y la que lo salvará de la muerte en el desierto.

En términos metafísicos, sólo la búsqueda y el encuentro del algo que dará paz y armonía a la mente para siempre. La experiencia Zen es como lanzarse al precipicio o dar un salto al vacío de la mano guía del maestro. Como el Zen es también una experiéncia personal, me referiré a ella en primera persona. Durante mi estancia en Londres donde me formé como psicoanalista,  allá por los años 1970, me interese por el Chanoyu que es la ceremonia del te, incluida dentro de las artes del Japón y que está en comunión con las actitudes positivas hacia la naturaleza. Los maestros Zen van vestidos con un kimono negro y son los celebrantes del arte milenario de la ceremonia del te.

Yo estaba interesado en conocer de primera mano y sentir en mi propia piel la ceremonia del té. En una ocasión le pregunté al maestro Zen:” ¿Dónde reside la naturaleza del Buda?” El maestro estaba acabando la primera parte de la ceremonia y permaneció en silencio. Pasado un rato me hizo entrega de una taza de té (Kinindai) con sus manos extendidas, deslizándolas encima de un papel Kaisbi, casi lamiéndolo, casi sin rozarlo y me dijo sonriendo:” Te lo diré cuando hayas bebido de un sorbo, el agua del océano”. Hice un acto ceremonial con la cabeza y con las manos juntas agradeciéndole la respuesta.

Al terminar la práctica Chanoyu discurrí interiormente: la respuesta que me planteó no tiene solución posible. No obstante, sabía que mi maestro Zen me había dado toda la información necesaria para que consiguiera por mi mismo darle, con mucho tiempo por delante, la respuesta correcta y adecuada. Pasaron muchos años pensando en la pregunta-respuesta. Un tiempo suficientemente largo durante el cual completé mi formación con mis profesores y maestros en los diferentes institutos psicoanáliticos de la capital del Támesis.

Al cabo de algunos años y en una ocasión de mi regreso a Londres, tuve el deseo y la oportunidad de asistir a una  ceremonia del té y de encontrarme de nuevo con mi antiguo maestro Zen. Este me invitó a una ceremonia del té, asistiendo a todos los preparativos que una ceremonia como esta requiere. En el momento en el que iba a entregar con sus manos la taza del té para volver al cabo de un instante preciso a su mesita de cedro (Hanadai) para entregar las restantes tazas de té a los invitados, me preguntó sonrriendo: “ ¿ Dónde reside la naturaleza del Buda?” Baje la cabeza con humildad y agradecimineto, bebí tranquilamente el té que me había sido entregado en mi taza (Usucha) y le sonreí. El maestro me miró y volvió a sonreírme; así supe que él sabia que yo ya conocía la verdadera  respuesta a su pregunta. Una respuesta tan simple que no valia la pena gastar saliva para pronunciarla. Sólo bebiendo el té. Esto es el Zen.

( Traducción Dr. Carles Frigola)


( Continúa...)


El Dr.Carlos Frigola es psiquiatra, psicoanalista. Premio Pascual y Prats del Colegio de Médicos y de la Agrupación de Ciencias Médicas de Gerona. Dip. Tavistok Clínic y Institute of Human Relations. Londres.
Director de la Fundación Wilhelm Reich. Miembro del American College of Orgonomy. Autor de diversos libros. Trabaja en la Clínica de Medicina Orgonómica de Creixell. Borrassá. Tel. 972 50 62 91. www.wilhelm-reich.org y en el blog: compartir-wilhelmreich.blogspot.com